EL AMOR VENCE

por Richard Wurmbrand


Una gran lección permaneció después de todas las surras, torturas y carnicería infringidas por los comunistas a los cristianos: el espíritu es capaz de dominar el cuerpo. Muchas veces, al ser torturados, sentíamos el dolor, más era como si fuese algo distante y bien separado de nuestro espíritu que estaba tomado con la gloria de Cristo y su presencia con nosotros.
Cuando recibíamos una tajada de pan por semana, y una vasija de sopa de “agua sucia por día, decidimos que continuaríamos dando fielmente el “diezmo” aun en estas circunstancias. De diez en diez semanas pagábamos la tajada de pan y la entregábamos a alguien que estaba más delgado como nuestra ofrenda al Maestro.

Un cristiano recibió la sentencia de muerte. Antes de ser ejecutado, permitieron que viese a su esposa. Sus últimas palabras a ella fueron: “Usted necesita saber que muero amando a aquellos que me matarán. Ellos no saben lo que hacen, y mi último pedido es que usted los ame también. No sienta amargura en su corazón porque mataron a su amado. Nos encontraremos en el cielo.
Estas palabras impresionaron al oficial de la policía secreta que estaba acompañando en la conversación entre los dos de tal forma que se convirtió. En consecuencia, fue colocado en la prisión junto conmigo, donde me contó esta historia.
En la prisión de Tirgu-Ocna, había un prisionero muy joven llamado Matchevici. Estaba allí desde la edad de dieciocho años. Por causa de las torturas, estaba ahora muy enfermo con tuberculosis. Su familia descubrió de alguna forma su estado de salud, y le envió cien frascos de estreptomicina, que podrían hacer la diferencia entre la vida y la muerte.
El oficial político de la cadena llamó al prisionero y le mostró la encomienda. Le dijo: “Aquí está el remedio que puede salvar tu vida. Más no es permitido recibir encomiendas de la familia. Personalmente, me gustaría ayudarlo. Usted es joven. No me gustaría que muriese en la prisión. ¡Ayúdeme a ayudarlo! Deme informaciones contra sus compañeros en la prisión, y esto me dará una justificación delante de mis superiores para poder entregarle la encomienda”.
Matchevici respondió sin dudar: “no deseo permanecer vivo y tener vergüenza de mirarme en el espejo, pues estaría viendo a un traidor. No puedo aceptar tal condición. Prefiero morir”.
El oficial le extendió la mano y le dijo: “Mis felicitaciones. No esperaba que me diese otra respuesta. Más me gustaría hacerle otra propuesta. Algunos de los prisioneros son informantes. Afirman que son comunistas, y están denunciándolo a usted. Juegan a dos lados. No confiamos en ellos. Nos gustaría saber hasta qué punto son sinceros. Para usted son traidores. Perjudicaron mucho su vida, informándonos sobre sus palabras y acciones. Comprendo que no querría traicionar a sus compañeros. ¡Más denos informaciones sobre estos que se le oponen y así salvará su vida!

Matchevici respondió con la misma rapidez que diera en la primera propuesta. “Soy un discípulo de Jesús, y él nos enseña a amar hasta nuestros enemigos. Estos hombres que nos traicionan realmente nos perjudican mucho, más no puedo pagar el mal con mal. No puedo dar información ninguna contra ellos. Tengo pena de ellos, oro por ellos, mas no deseo tener ninguna unión con los comunistas”.

Matchevici regresó de esta conversación con el oficial y murió en la misma celda en donde yo estaba. Estuve a su lado cuando murió, y murió alabando a Dios. El amor venció hasta la misma sed natural por la vida.

Si un hombre pobre es un apasionado por la música, dará su último centavo para asistir a un concierto. Quedará sin dinero, mas no sentirá frustración, pues llenó su alma de sonidos maravillosos.
No me siento frustrado por haber perdido muchos años en la prisión. Vi muchas cosas bellísimas. Ya estuve entre personas delgadas e insignificantes en la prisión, pero también tuve el privilegio de estar en la misma celda con grandes santos, héroes de la fe que se equipararán a los cristianos del primer siglo. Enfrentaron la muerte por Cristo con alegría. La belleza espiritual de tales santos y héroes de la fe nunca se podrá describir.
Las cosas que estoy diciendo aquí no son excepcionales. Las cosas sobrenaturales se hicieron comunes a los cristianos en la iglesia subterránea. La iglesia subterránea es la iglesia que volvió al primer amor.
Antes de ser apresado, yo amaba mucho a Cristo. Ahora, después de Haber visto La “Novia de Cristo” su Cuerpo espiritual, en La prisión, puedo decir que amo la iglesia subterránea tanto como al propio Cristo. Vi su belleza y su espíritu de sacrificio.

Traducido por Wiarly Muñoz G. el 31 de diciembre de 2009; Extraído del libro Torturado por Cristo, de Richard Wurmbrand. Para mayores informaciones sobre la iglesia perseguida, visite el sitio: www.vozmartir.org

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