Por Samuel Logan Brengle
“Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas… He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren…” (Stgo 5:10,11).
Jesús poseía un corazón manso y benigno.
Pablo habla de la “mansedumbre y benignidad de Cristo” (2 Cor 10:1) y Pedro nos declara que “cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” 1 Pedro 2:23. Él no se vengó cuando fue injuriado, no buscó tampoco justificarse a sí mismo, sino que entregó su causa a su Padre Celestial y espera la respuesta. “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. (Isaías 53:7).
Esa era la perfección real de la mansedumbre, que no solamente no se vengaba cuando de Él decían mentiras, sino que sufrió los errores más crueles y vergonzosos. “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” Mateo 12:34 y porque su corazón bendito estaba lleno de mansedumbre, Él no se levantó en contra de sus enemigos.
Y este es el tipo de corazón que Jesús desea que tengamos cuando nos ordena: “No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos” Mateo 5:39,41.
Conozco a un hermano negro, muy alto, de cabellera larga y brazos fuertes, el cual fue lanzado de un vehículo de la manera más brutal e indecente, donde el podría ser el propio conductor. Alguien que conocía su pasado de peleas, le preguntó: ¿Por qué no peleas con él, Jorge?
“No podría pelear con él, pues Dios sacó de mi todas las peleas”, respondió Jorge.
“Bienaventurados los mansos” Mateo 5:5, pues el Señor “Hermoseará a los humildes con la salvación” Salmos 149:4.
TOMADO DE http://umavoznodeserto.blogspot.com/
Traducido por Wiarly Muñoz G 13 de febrero de 2010.
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