EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU

 POR F.B. MEYER


La Iglesia es atacada por tres corrientes poderosas que operan traicioneramente para desviarla de su curso. El materialismo, que niega o ignora lo sobrenatural y se concentra sobre el mejoramiento de las condiciones exteriores de la vida humana; el criticismo, que es hábil en análisis y disertación, pero es incapaz de construir un fundamento en el cual la fe pueda basarse y descansar; y el gusto literario refinado, que se desarrolló recientemente que se dispone a avaluar el poder por la fuerza de las palabras. Para todo eso solo existe una respuesta, que no es un sistema, un credo o una iglesia, sino el Cristo vivo, que fue muerto más vive para siempre, y tiene las llaves para abrir todas las perplejidades, problemas y carencias. Ahora la sociedad puede ser reconstituida y las necesidades materiales regularmente suplidas, el descontentamiento podrá surgir nuevamente de alguna otra forma, a menos que el corazón esté satisfecho con Su amor. La verdad que Él revela para el alma y que está centrada en Él Mismo por sí solo capaz de satisfacer el apetito consumidor de la mente. Jesucristo, el Hijo de Dios eternamente vivo, es la suprema respuesta para la inquietud y trabajo de nuestros días. Más Él no puede, y no va a revelarse a Sí Mismo. Cada persona en la Santa Trinidad revela a la otra. El Hijo revela al Padre, más Su propia revelación espera el testimonio del Espíritu Santo, el cual, aunque muchas veces dado directamente, es ampliamente dado a través de la Iglesia. Lo que necesitamos, y lo que el mundo espera, es el Hijo de Dios, testificado y revelado en toda Su radiante belleza por el ministerio del Espíritu Santo, que Él energiza con y a través de los santos que componen la iglesia. En algunos lugares parece suponer que el Espíritu Santo es la solución para las perplejidades de nuestro tiempo. Hoy no sabemos lo que podemos testificar en alguna era venidera, más en ésta es claro que Dios en la persona de Cristo es la única respuesta divina. He aquí el “sí y el amén” de Dios, el Alfa y la Omega, la luz para el ciego, la sanidad para el paralítico, la limpieza para el contaminado, la vida para el muerto, el evangelio para el pobre, triste y desconsolado. En el presente deseamos la gracia del consentimiento del Espíritu que puede tomar más profundamente de las cosas de Cristo y revelárnoslas a nosotros. Cuando los discípulos pidieron conocer al Padre, el Señor les dijo: “Aquel que me vio a Mí, vio al Padre. Y Su gloria que brilla en mi rostro, Su voluntad que moldea mi vida, Su propósito que es cumplido en mi ministerio”. Entonces el Bendito Paracleto podrá cambiar nuestro pensamiento y atención de Si mismo para Aquel, con quien Él es Uno en la Santa Trinidad, el cual Él vino a revelar. A través de los llamados siglos cristianos, la voz del Espíritu Santo ha levantado testimonios para el Señor. Directamente, en cada estímulo difundido de la consciencia humana, en cada avivamiento, en cada era de avance en el conocimiento de la verdad divina, en cada alma que ha sido regenerada, consolada o enseñada. Indirectamente, Su obra ha sido conducida por la iglesia, el cuerpo de aquellos que creen. Pero, infelizmente, cuan tristemente Su testimonio ha sido enflaquecido y estorbado por el instrumento a través del cual él debe venir. El no ha sido capaz de hacer muchas obras poderosas por causa de la incredulidad, que mantiene cerradas y trancadas las avenidas por las cuales Él debía haber fluido Su agradable testimonio al mundo espiritual, del Señor glorificado. Las divisiones de la iglesia, su discusión sobre asuntos de relativa insignificancia, su valorización de puntos de diferencia, su materialismo, su amor por sí misma, por posición y poder, su apreciación de que es rica, llena de bienes y no teniendo falta de nada, cuando era pobre y miserable y ciega y desnuda. Estas cosas no solo la privarán de su testimonio, sino ofenderán y apagarán el Espíritu Santo, y anularán Su testimonio.

Extraído de La introducción del Dr. Meyer en el libro del Dr. A.J.Gordon, “El Ministerio del Espíritu” (The Ministry Of The Spirit).


Traducido por Wiarly Muñoz G. 20 de febrero de 2010

Comentarios