HABIA UNA VEZ UN HOMBRE RICO



La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y derribó sus alfolíes y los edificó mejores, y allí juntó todos sus frutos. Y había mendigos a la puerta de él deseando hartarse de las migajas que caían de su mesa, mas nadie se las daba.

Y el rico subía todos los días al templo a orar. Y junto a él iba siempre su hijito Samuel. Y de pie oraba el rico. De esta manera: Señor, te doy gracias que no soy como los otros hombres. Señor, te doy gracias por mi trigo, y por mi maíz y por mis alfolíes. Señor, ¡ayuda a los mendigos, a los hambrientos, a los pobres que no tienen las bendiciones materiales que tengo yo! Y mientras oraba, lloraba.

Y aconteció un día, que el pequeño Samuel, después de la visita al templo llegó hasta su padre y le dijo: Padre, hoy como ayer, he escuchado tu oración. ¡Cómo quisiera tener alguno de tus depósitos de trigo! Y el padre le dijo: Todas mis cosas son tuyas. ¿Qué harías con el trigo si lo tuvieras?

Y respondió el hijo: ¡Yo contestaría tus oraciones!

Alejandro Clifford

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