UN TEXTO ARDIENTE

 por D.L. Moody


Hace algunos años construimos una iglesia en Chicago; y estábamos muy ansiosos de enseñar a la gente del amor de Dios. Pensamos que si no podíamos predicarlo a sus corazones debíamos intentar encenderlo dentro de éste; entonces pusimos justo encima del púlpito en letras encendidas con una llama a gas estas palabras: DIOS ES AMOR. Un hombre que una noche iba por las calles atisbó por la puerta y vio el texto. Él era un pobre pródigo. Cuando continuó su camino él pensó, "'¡Dios es Amor!' ¡No! Él no me ama; porque yo soy un pobre miserable pecador." Procuró olvidarse del texto; pero éste parecía permanecer delante suyo en letras de fuego. Él siguió un poco más; entonces se dio vuelta, retrocedió y entró a la reunión, no oyó el sermón; pero las palabras de ese breve texto se habían aposentado profundamente en su corazón, y eso fue suficiente. Es de poca importancia lo que los hombres dicen a menos que la Palabra de Dios tenga entrada en el corazón de un pecador. Él permaneció después de que la primera reunión hubo acabado, y allí lo encontré llorando como un niño. Cuando le expuse las Escrituras y le dije como Dios le había amado todo el tiempo, aunque había estado muy extraviado, y cómo Dios estaba esperando para recibirle y perdonarle, la luz del Evangelio estalló en su mente, y se fue gozoso.

No hay en este mundo nada que los hombres valoren más que el Amor. Preséntenme una persona de la que nadie se interesa o a la que nadie ama, y les mostraré uno de los más miserables seres sobre la faz de la tierra. ¿Por qué la gente comete suicidio? Muy frecuentemente es porque este pensamiento les ronda -que nadie les ama; y que preferirían morir antes que vivir.

No conozco de verdad en toda la Biblia que debería alcanzarnos con tanto poder y ternura como la del Amor de Dios; y no hay verdad en la Biblia que a Satán más le gustaría borrar. Por más de seis mil años ha estado tratando de persuadir a los hombres que Dios no los ama. Él logró hacer creer esto a nuestros primeros padres; y muy frecuentemente lo logra con sus hijos.

Extracto del libro El Camino a Dios por D.L. MOODY

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