CONOCIENDO AL ESPÍRITU SANTO por David Wilkerson

Aquí en la Iglesia de Times Square, cantamos un coro que motiva a aplaudir, que va así:
Mándalo abajo, Señor, mándalo abajo
Señor, permite que tu Espíritu Santo venga acá abajo
Lo necesitamos, Señor, mándalo acá abajo.
Nosotros cantamos otros, coros similares, rogándole al Espíritu Santo que baje. Pero lo cierto es, que el Espíritu Santo ya está aquí. Él bajo del cielo en la Aposento Alto en Pentecostés. ¡Y Él nunca se ha ido! Jesús prometió, “Y yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros. “ (Juan 14:16-17). Considera una frase que Jesús usa aquí: “pero vosotros lo conocéis.” Recientemente, mientras leía esas palabras en mi estudio al preparar este mensaje, no las podía sacudir. Me doy cuenta que realmente no sé mucho del Espíritu Santo.
La iglesia habla mucho acerca del Espíritu. Enseñamos una doctrina del Espíritu Santo. Hablamos acerca de ser llenos con el Espíritu, caminar y vivir en el Espíritu, tener los dones del Espíritu, recibir consuelo del Espíritu. Pero es posible conocer todas las doctrinas del Espíritu Santo y aun no conocerle a Él. Si yo te preguntara, “¿Recibiste el Espíritu Santo?” ¿Cómo contestarías? Algunos dirían, “Si, yo recibí el Espíritu cuando Jesús me salvó. Fue el Espíritu Santo quien me trajo al reino de Cristo.”
Otros contestarían, “Sí, he recibido el Espíritu, porque hablé en lenguas cuando Él entró a mi vida. Yo oro en el Espíritu, y las lenguas son la evidencia que le he recibido.”
Sin embargo, recibir el Espíritu es más que una sola experiencia. La palabra “recibir” significa “echar mano de aquello que es dado.” En resumen, recibir es desear una capacidad expandida para mayor conocimiento de quien es el Espíritu y de que se trata su ministerio. De hecho, el Espíritu Santo no es recibido por alguien hasta que se le permite tomar completo control del templo de esa persona. Pablo le pregunto a los Gálatas, “¿Cómo recibieron el Espíritu? ¿No lo recibieron por fe?” Entonces Él declara, “Ustedes declararon por fe que lo que recibieron del Espíritu lo recibieron por fe. Así que, ¿ha habido un continuo ‘ministerio del Espíritu’ a ustedes por fe? ¿Están ejercitando la fe para ir mas profundo en el Espíritu?” Sabemos que el Espíritu Santo esta aquí en la tierra y que el nunca se ha ido. Sabemos que él mora en nosotros, haciéndonos su morada, nuestros cuerpos convirtiéndose en su templo. Sin embargo, la mayoría del tiempo vivimos como si el Espíritu estuviera en algún lugar en el cosmos, no en nuestro medio o dentro de nosotros. Lo cierto aquí es que el Padre no envió su Espíritu para demostrarnos cuan interesado Él está en cada aspecto de nuestras vidas. El Espíritu Santo fue enviado como nuestro amigo, nuestro consolador, nuestro guía. En vista de este sorprendente hecho, la pregunta para cada uno de nosotros es, “¿Cuán bien conozco yo al Espíritu? ¿Realmente lo conozco en estas formas?”
Jesús aclara que el Espíritu Santo debe ser para nosotros todo lo que Cristo fue a sus propios discípulos cuando Él estaba aquí en la tierra. Considera: Jesús le dice a todo aquel que le sigue, “No los dejaré sin consuelo.” Él nos está diciendo, en otras palabras, “Les envío a Uno quien los defenderá y guardara. No los dejaré impotentes, vulnerables a los engaños de Satanás. Regocíjense, porque les estoy enviando a Uno que el poder del cual es mayor que cualquier otro poder en el universo.” Jesús dice que no tan solo el Espíritu esta aquí, viviendo en mí. Él también dice que yo lo conozco. Por lo tanto, tengo que preguntarme: ¿Cómo conozco yo al Espíritu? ¿Cuáles son las marcas, la evidencia, que me hace conocerle, que me haga reconocer su presencia permanente, para experimentar su cercanía? Simplemente, yo conozco el Espíritu Santo por los cambios que él esta obrando en mí. Yo no conozco el Espíritu meramente al mirar los cambios que él ha hecho en otros. Puedo verlo reflejado en mis hermanos y hermanas, pero yo conozco al Espíritu solo por su obra en mi propia vida. Como puedes ver, la obra que el Espíritu Santo hace en nosotros es tan personal. Mi cuerpo es su templo, y en mi, Él ministra diariamente nuevas revelaciones de Cristo. Es su obra que me ha hecho volverme del mal, a tener hambre y sed de justicia, a ansiar continuamente, “Ven, Señor Jesús.”

Por David Wilkerson
5 de noviembre de 2007,
Usado con permiso por
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