CUANDO EL ESPIRITU SANTO BARRIO COREA



Por Jonathan Goforth, DD (1859-1936)
(Misionero Pionero en China)

Escribo sobre el Avivamiento en Corea porque él tuvo un gran significado para mi vida. No conseguiré colocar en papel todo sobre los sacrificios y lo que alcanzaron los Cristianos en Corea sin sentirme avergonzado y sin quedarme pensando como hice tan poco por mi Señor y Maestro. Ví, muchas veces, plateas de Cristianos chinos que lloraban de quebrantamiento al oír los relatos y las historias de este avivamiento. Si cualquiera de ustedes se diese cuenta con alguna regularidad de que “fuimos comprados por un precio”, ciertamente que también sucumbirían en humillación y vergüenza oyendo estas historias de los triunfos del Evangelio en Corea. Fue durante el año del Grande Avivamiento, en 1907, que tuve oportunidad de visitar a ocho de los mayores centros misioneros en Corea.
Cuando regresé a China, compartí con los Cristianos Chinos en Mukden todos los hechos que presencié y todos fueron profundamente afectados con todo lo que oyeron. Fui para Pei Tai Ho y conté a los misioneros allí presentes como Dios estaba dando gracia a los Cristianos en Corea; ví, entonces, algunas lágrimas escurriendo por los rostros y a otros determinados a orar a Dios hasta que hubieran obtenido igual bendición en China. Después de eso, fui invitado a visitar Chi Kung Shan, otro campo misionero, para traer los relatos de lo que presencié en Corea. Conté las historias el domingo en la noche. Al terminar mi relato, me ocurrió que me había prolongado mucho en el sermón y concluí el culto con una bendición muy rápida. Pero, nadie se movió de sus asientos. Reinaba un silencio de muerte en la sala. Aquel silencio duró unos seis o siete minutos y, de pronto, el llanto que todos intentaban reprimir se esparció por la sala. Los pecados estaban siendo confesados abiertamente; pedidos de perdón eran hechos unos a los otros por impaciencias y faltas de respeto y muchos otros pecados. Ya era muy tarde cuando terminó el culto. Pero, todos habían sentido que el Espíritu Santo nos había visitado aquella vez, limpiando nuestro medio como refinando el oro por el fuego. Inmediatamente, tuvimos cuatro días dedicados a la oración y a las conferencias. Fue un tiempo muy bendecido y de los más maravillosos que alguna vez tuve oportunidad de presenciar entre misioneros. Decidimos que oraríamos todos los días a las cuatro de la tarde hasta que la Iglesia de China obtuviera igual Avivamiento. En ese mismo Otoño, comenzamos a ver el poder de Dios en nuestro medio. Dios se manifestó entre el pueblo y el Avivamiento aumentó de proporción y calidad inmediatamente, en el año 1908 en Manchuria y en otros lugares.
Traducido por Wiarly Muñoz Giampaoli

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