Por David Wilkerson
La Biblia dice que vamos a ser probados, y que vamos a ser procesados. El Señor nos dice: «Yo conozco tu tribulación, y conozco tu pobreza». Dice: «Yo sé que serás probado como se prueba la plata». Muchas son las aflicciones del justo. Pablo hablaba sobre las aflicciones, angustias del corazón. Muchas lágrimas, tentaciones, ser destituido, ser afligido. El salmista David decía: «Mi alma está angustiada». Con problemas y con tristezas.
Esta semana pasada, cuando estaba orando, el Espíritu Santo me habló claramente, que habría mucha gente sentada aquí que están pasando por las pruebas más grandes de sus vidas. Ustedes están siendo probados más de lo que nunca antes han sido probados. Y yo sé lo que esa prueba significa. Pero quiero decirte: No todas tus dificultades son pruebas. Repito: No todas tus dificultades son pruebas.
El apóstol Pablo decía que había pasado por muchas dificultades. Él nombró todas las dificultades que había vivido. Para mí, parece incomprensible que gente tan justa como el apóstol Pablo, pueda ser tan probada. Enfrentar dificultades y tener que decir: «Esto es demasiado. Me has llevado por tantas dificultades, pero me has sacado al otro lado. Y aquí estoy: he sobrevivido. Tú has suplido mi necesidad y he visto milagros. Pero ahora me has traído a una prueba que es demasiado para mí».
Pero ¿qué pasa con aquellos que han pasado por dificultades? Su fe ha sido probada y han llegado al otro lado, y pueden decir con el apóstol Pablo: «Yo sé en quién he creído». Pablo pasó por cada una de ellas, y su fe se mantuvo intacta. Pero vendrá el tiempo en que ustedes pasarán por pruebas, y no estarán siendo probados por causa de un pecado; no estarán siendo probados por algún error que hayan cometido.
Los tres jóvenes judíos fueron lanzados al horno de fuego. No era una prueba de fe. Ellos habían sido probados, pero era mucho más que eso. Ellos estaban siendo llevados al horno de fuego por causa de su fe. Hubo un tiempo en que David fue profundamente probado, al punto en que llegó a decir: «Oh, Dios, ¿dónde estás tú?». Y este era un hombre que había estado orando siete veces al día; era un hombre que había vencido a gigantes, un hombre del cual Dios dijo: «Este es un hombre conforme a mi corazón». Pero aquí vino a ser probado por causa de su fe. Lo que los jóvenes hebreos enfrentaban era una prueba, no de su confianza en Dios sino una prueba de su amor por Dios. El rey no fue conmovido por su testimonio, ni por su vida santa, ni por su predicación; pero hubo una cosa que sí le conmovió, una cosa que le provocó a llevar a todo su pueblo a rechazar la idolatría: que había tres hombres que no se apartarían de la Palabra de Dios, de la Escritura, por la cual ellos regían sus vidas. Estaban dispuestos a pagar con sus vidas, antes que entregarse a algún tipo de nueva adoración, algún tipo de nueva doctrina, aunque les prometieran oro, y plata y prosperidad. Ellos fueron probados si iban o no a mantener su fe en la Palabra de Dios.
Extracto de un mensaje de una serie de cuatro, que el predicador norteamericano Pastor David Wilkerson impartió en Santiago de Chile, en septiembre de 2005.
La Biblia dice que vamos a ser probados, y que vamos a ser procesados. El Señor nos dice: «Yo conozco tu tribulación, y conozco tu pobreza». Dice: «Yo sé que serás probado como se prueba la plata». Muchas son las aflicciones del justo. Pablo hablaba sobre las aflicciones, angustias del corazón. Muchas lágrimas, tentaciones, ser destituido, ser afligido. El salmista David decía: «Mi alma está angustiada». Con problemas y con tristezas.
Esta semana pasada, cuando estaba orando, el Espíritu Santo me habló claramente, que habría mucha gente sentada aquí que están pasando por las pruebas más grandes de sus vidas. Ustedes están siendo probados más de lo que nunca antes han sido probados. Y yo sé lo que esa prueba significa. Pero quiero decirte: No todas tus dificultades son pruebas. Repito: No todas tus dificultades son pruebas.
El apóstol Pablo decía que había pasado por muchas dificultades. Él nombró todas las dificultades que había vivido. Para mí, parece incomprensible que gente tan justa como el apóstol Pablo, pueda ser tan probada. Enfrentar dificultades y tener que decir: «Esto es demasiado. Me has llevado por tantas dificultades, pero me has sacado al otro lado. Y aquí estoy: he sobrevivido. Tú has suplido mi necesidad y he visto milagros. Pero ahora me has traído a una prueba que es demasiado para mí».
Pero ¿qué pasa con aquellos que han pasado por dificultades? Su fe ha sido probada y han llegado al otro lado, y pueden decir con el apóstol Pablo: «Yo sé en quién he creído». Pablo pasó por cada una de ellas, y su fe se mantuvo intacta. Pero vendrá el tiempo en que ustedes pasarán por pruebas, y no estarán siendo probados por causa de un pecado; no estarán siendo probados por algún error que hayan cometido.
Los tres jóvenes judíos fueron lanzados al horno de fuego. No era una prueba de fe. Ellos habían sido probados, pero era mucho más que eso. Ellos estaban siendo llevados al horno de fuego por causa de su fe. Hubo un tiempo en que David fue profundamente probado, al punto en que llegó a decir: «Oh, Dios, ¿dónde estás tú?». Y este era un hombre que había estado orando siete veces al día; era un hombre que había vencido a gigantes, un hombre del cual Dios dijo: «Este es un hombre conforme a mi corazón». Pero aquí vino a ser probado por causa de su fe. Lo que los jóvenes hebreos enfrentaban era una prueba, no de su confianza en Dios sino una prueba de su amor por Dios. El rey no fue conmovido por su testimonio, ni por su vida santa, ni por su predicación; pero hubo una cosa que sí le conmovió, una cosa que le provocó a llevar a todo su pueblo a rechazar la idolatría: que había tres hombres que no se apartarían de la Palabra de Dios, de la Escritura, por la cual ellos regían sus vidas. Estaban dispuestos a pagar con sus vidas, antes que entregarse a algún tipo de nueva adoración, algún tipo de nueva doctrina, aunque les prometieran oro, y plata y prosperidad. Ellos fueron probados si iban o no a mantener su fe en la Palabra de Dios.
Extracto de un mensaje de una serie de cuatro, que el predicador norteamericano Pastor David Wilkerson impartió en Santiago de Chile, en septiembre de 2005.
Comentarios
Publicar un comentario