LA PROMESA DE CRISTO PARA LA IGLESIA: EL ESPÍRITU SANTO

Por Jonathan Edwards

El Espíritu de Cristo es eternamente dado a su iglesia y pueblo, para influenciar y habitar en ellos. El Espíritu Santo es la gran adquisición, o el don adquirido, de Cristo. Lo principal y total de todas las cosas buenas en esta vida y en la por venir, que fueron adquiridas para la iglesia, es el Espíritu Santo. Y como Él es la gran adquisición, de igual manera Él es la gran promesa, o la gran cosa prometida por Dios y Cristo a la iglesia; como dijo el apóstol Pedro el día de Pentecostés: "A este Jesús... Exaltado, por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís" (Hechos 2.32,33).
Esta gran adquisición y promesa de Cristo es para ser dada a su iglesia para siempre. Él prometió que su iglesia continuará, y declaró expresamente que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y para que ella pueda ser preservada, Él ha dado su Santo Espíritu a cada verdadero miembro de ella, y ha prometido la permanencia de aquel Espíritu en ella para siempre. Su propio lenguaje es: "y yo rogaré al Padre, y él os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros" (Juan 14.16,17).
El hombre, en su primer estado en el Edén, tenía el Espíritu Santo, sin embargo, él lo perdió por su desobediencia. Sin embargo, un medio ha sido providenciado, por el cual Él puede ser restituido, y ahora dado una segunda vez, para que nunca más se aparte de los santos. El Espíritu es dado de este modo a su propio pueblo con el propósito de hacerse verdaderamente de ellos. Él, con certeza, fue dado a nuestros primeros padres en el estado de inocencia de ellos, y habitó con ellos, pero no en el mismo sentido en que es dado a nosotros, y habita en nosotros, creyentes en Cristo.
Ellos no tenían ningún derecho propio o título seguro de posesión del Espíritu, y Él no les fue dado una vez para siempre, como para los creyentes en Cristo, pues si así hubiera sido, ellos nunca lo habrían perdido.
Sin embargo, el Espíritu de Cristo no es solamente enviado a aquellos que son convertidos; Él les es transferido por medio de una alianza segura, para que sea de ellos mismos. Cristo se hace de ellos, y, por lo tanto, su plenitud es de ellos — su adquisición, promesa, y posesión segura.

Extraído del libro El Don Mayor de Jonathan Edwards de Editora Fiel da Missão Evangélica Literária
Traducido por Wiarly Muñoz G. (14-02-2009)

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