por Oswald Smith
Cuando hablo de consagración me gusta ser claro. A veces vale la pena tratar detalles. Quiero, por lo tanto, ser claro y simple para que no nos quedemos con ideas libres acerca de ese asunto, porque consagración significa poner todo en el altar de Dios.
1. El yo
¿Qué pensaría un muchacho de una chica con quien desea casarse, si ella le ofreciera tierras, casas, u otras posesiones? ¿Se quedaría él satisfecho con estas cosas? No, ni un poco. No busca bienes. Busca su persona. Nada puede sustituirla. De la misma forma acontece con El Señor Jesucristo. Él quiere nuestro cuerpo, alma y espíritu.
Por lo tanto, necesitamos primeramente colocarnos en el altar, y decir: "Yo iré adónde Tú quieres que yo vaya, Señor. A la India, África o China, para ser misionero o ministro cristiano. Abandonaré todo para atender a Tu llamada"
2. Seres queridos
Habiéndome colocado en el altar de Dios, ahora le traigo mis seres queridos, los hijos, el padre y la madre. Si el Señor quiere a mi hija en el campo misionero, puede llevarla. Si Él exige que yo me separe de mis padres, yo lo obedeceré. Aún aunque Él desee tomar para sí cualquiera de mis seres queridos yo no murmuraré, "sea hecha tu voluntad".
— ¿Por qué no estoy feliz? — indagó una señora rica al grande misionero, Dr. Jonathan Goforth, de China.
— ¿Usted no ha consagrado todo?—indagó el hombre de Dios tranquilamente.
Sí, hasta donde sé, ya le consagré todo — respondió la señora.
¿Tiene certeza — insistió el Dr. Goforth —, que todo está en el altar?
Todo está en el altar, yo creo — respondió la señora otra vez.
¿Usted quedaría satisfecha si Dios quisiera llevarse a su hijita para servir a Dios en China? — preguntó el misionero colocando la mano en su cabeza.
— ¡Dios, llevarse a mi hija y hacerla misionera en China! Claro que no. Yo la quiero aquí conmigo — exclamó la madre.
— ¡Y aún dice, la señora que ya consagró todo, pues ni siquiera su propia hija ha dado a Dios! ¿Cómo puede esperar la paz y bendición de Dios? La señora se coloca entre Dios y la voluntad de él para su hija, y le dice: "Hasta aquí puede venir, pero no más cerca. Mi casa le doy. Mi dinero es suyo. Puede usarme, pero no toque a mi hijita. Mi señora, ¿es esto lo que llama consagración?
Extraído del libro El hombre que Dios Usa por Oswald Smith
Traducido por Wiarly Muñoz G. (15-02-2009)
Cuando hablo de consagración me gusta ser claro. A veces vale la pena tratar detalles. Quiero, por lo tanto, ser claro y simple para que no nos quedemos con ideas libres acerca de ese asunto, porque consagración significa poner todo en el altar de Dios.
1. El yo
¿Qué pensaría un muchacho de una chica con quien desea casarse, si ella le ofreciera tierras, casas, u otras posesiones? ¿Se quedaría él satisfecho con estas cosas? No, ni un poco. No busca bienes. Busca su persona. Nada puede sustituirla. De la misma forma acontece con El Señor Jesucristo. Él quiere nuestro cuerpo, alma y espíritu.
Por lo tanto, necesitamos primeramente colocarnos en el altar, y decir: "Yo iré adónde Tú quieres que yo vaya, Señor. A la India, África o China, para ser misionero o ministro cristiano. Abandonaré todo para atender a Tu llamada"
2. Seres queridos
Habiéndome colocado en el altar de Dios, ahora le traigo mis seres queridos, los hijos, el padre y la madre. Si el Señor quiere a mi hija en el campo misionero, puede llevarla. Si Él exige que yo me separe de mis padres, yo lo obedeceré. Aún aunque Él desee tomar para sí cualquiera de mis seres queridos yo no murmuraré, "sea hecha tu voluntad".
— ¿Por qué no estoy feliz? — indagó una señora rica al grande misionero, Dr. Jonathan Goforth, de China.
— ¿Usted no ha consagrado todo?—indagó el hombre de Dios tranquilamente.
Sí, hasta donde sé, ya le consagré todo — respondió la señora.
¿Tiene certeza — insistió el Dr. Goforth —, que todo está en el altar?
Todo está en el altar, yo creo — respondió la señora otra vez.
¿Usted quedaría satisfecha si Dios quisiera llevarse a su hijita para servir a Dios en China? — preguntó el misionero colocando la mano en su cabeza.
— ¡Dios, llevarse a mi hija y hacerla misionera en China! Claro que no. Yo la quiero aquí conmigo — exclamó la madre.
— ¡Y aún dice, la señora que ya consagró todo, pues ni siquiera su propia hija ha dado a Dios! ¿Cómo puede esperar la paz y bendición de Dios? La señora se coloca entre Dios y la voluntad de él para su hija, y le dice: "Hasta aquí puede venir, pero no más cerca. Mi casa le doy. Mi dinero es suyo. Puede usarme, pero no toque a mi hijita. Mi señora, ¿es esto lo que llama consagración?
Extraído del libro El hombre que Dios Usa por Oswald Smith
Traducido por Wiarly Muñoz G. (15-02-2009)
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