KUSA NOPE, la Obediencia




por Dr. Kurt Koch

Kusa Nope es la 14ª generación de un linaje de reyes que reinaron en Timor durante muchas generaciones. Hasta 1948, mantuvo el título de Rey de Amanuban. Pero, después de que los holandeses habían abandonado Indonesia, él fue elegido gobernador del distrito de Soe. Pero, el pueblo continuaba llamándolo Rey, como siempre hicieron, y su apariencia y comportamiento lo hacían merecer aquel título. Antes de hablar sobre su vida, vamos a oír el testimonio de su propia boca. Yo ya tuve el privilegio de encontrarme con tres reyes diferentes en África como en Asia. Pero, aquel que más me impresionó fue, seguramente, Kusa Nope. Mantuve comunión y contacto diario con él mientras permanecí en el territorio del cual él era el gobernador electo.
“Nací en 1910 y frecuenté la escuela en Soe. Mi madre solía enviarnos para la escuela dominical, pero nunca conseguí entender nada de lo que era enseñado allá. Más tarde, fui para la escuela en K. y continué mis estudios en Makassar, en la Isla de Célebes. La única razón porque aún frecuentaba la iglesia, era para mantener las apariencias delante de todos mis amigos. Nunca quise que pensaran que yo era un pagano. Pero, así que mis amigos se comenzaron a alejar de la iglesia, también me encaminé por el mismo camino, siguiendo sus ejemplos. Cuando comenzó la 2ª Guerra Mundial, volví para Soe. Pero en ese tiempo, fui bautizado, en la verdad, ni siquiera era cristiano. Mi único objetivo era enriquecerme rápido y conseguir una alta posición en la sociedad. Ni siquiera pensaba en Jesús. De inicio, parecía que todo estaba contra mis deseos y tuve muchos problemas con los gobiernos, con mis amigos y, también, con mi familia. Sin embargo, fui obligado a superarlos todos sin la ayuda de Jesús.
En 1967 hubo una campaña misionera en Soe. Fue entonces que entregué mi vida al Señor Jesús. Poco tiempo después, una mujer nativa entró en mi oficina con un mensaje del Señor Jesús para mí. Ella me dijo: ‘Usted tiene 18 amuletos de hechicería en su palacio en K. y muchos más en su santuario familiar en la montaña de Tombis. Necesita destruirlos todos sin excepción’. Yo estaba tan ocupado en ese tiempo que acabé olvidando aquel mensaje. En verdad, mi interior estaba rechazando ser obediente y por esa razón me olvidé. Un tiempo más tarde, cuando tuve una ocasión para respirar, fui invitado a asistir a un congreso del gobierno, lo que favoreció un poco más el aplazamiento de mi obediencia.
Cuando retorné para Soe, enfermé gravemente y fui ingresado en el hospital de K. para ser tratado. Después de haber estado bajo observación durante algún tiempo, los médicos me aconsejaron a ir para Java para recibir mejor tratamiento en las clínicas universitarias de allá. Mi presión arterial andaba cerca de los 23 y tenía muchas otras quejas también. En aquella misma noche, el Señor me habló y me dijo: “No vayas para Java. Vuelve para Soe”. En la mañana siguiente, cuando comuniqué mi decisión al médico, él abanicó la cabeza en desaprobación. Yo estaba plenamente convencido que aquella enfermedad era obra del Señor Jesús y que había resultado de mi desobediencia cuando Él me mandó a quemar los amuletos de hechicería. De vuelta a Soe, el Señor me dobló hasta al punto donde yo finalmente estaba dispuesto a destruir todos los objetos de hechicería que poseía. Juntamente con 70 otros creyentes, decidimos escalar aquella montaña hasta al santuario ancestral que tenía allá. Estaba tan enflaquecido por la enfermedad que tuve que ser cargado en el último tramo de camino. Finalmente, llegamos al santuario de los rituales.
Cuando terminamos, dimos a la montaña un nuevo nombre: Horeb. A la montaña vecina también dimos el nombre de Monte Sión, tal cual el Señor nos mostró que hiciéramos. Yo tenía plena convicción que, así que aquellos amuletos e instrumentos de hechicería fueran destruidos, yo me quedaría bien. Pero, eso no aconteció. Pregunté al Señor si debería recibir tratamiento en Java. Él me dijo que no. “Ve de vuelta para tu oficina para que trabajes”. Me pareció un mandamiento muy extraño en aquel momento, pues yo estaba muy débil. Pero, necesitaba aprender una de las grandes lecciones de la fe, de creer sin ver y de obedecer sin cuestionar a Jesús. Después de dudar por unos breves instantes, yo fui andando muy lento para mi lugar de trabajo. Las personas se quedaron sorprendidas cuando me vieron entrar en la oficina, pues había perdido cerca de 20 kg de peso desde la última vez que me habían visto. Pero, así que comencé a trabajar, mis fuerzas fueron volviendo gradualmente y acabé quedándome completamente sanado. La parte más difícil de cada prueba o de cada tribulación es y será siempre la obediencia. Solamente a través de la obediencia podemos ser agradables a Jesús y sólo a través de ella conseguiremos sentir nuestras vidas realmente llenadas y abundantes."


Traducido por Wiarly Muñoz G.
Extraído del Libro Avivamiento en Indonesia por Dr. Kurt Koch

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