LEVANTADO DEL FUEGO

Fritz Manampiring
Indonesia
1997

El pequeño grupo rodeó el templo, y con piedras en cada mano las chocaban juntas furiosamente. Los musulmanes radicales parecían hombres enloquecidos llevando a cabo una santa peregrinación de terror.
La policía le rogó a Fritz Manampiring diciendo: “Pastor, por favor, no celebren su culto hoy en este lugar. Esto es lo que el líder musulmán quiere que hagan. ¡Ellos se han vuelto locos!”
El Pastor Fritz no deseaba crear más problemas, así que le aseguró al oficial de la policía que no celebraría el culto. Al ir llegando los miembros de la congregación, el pastor Fritz les gritaba que regresasen a sus casas. Pero antes que los miembros de la iglesia tuviesen oportunidad de responder, la pandilla comenzó a lanzar piedras. Al atacar la iglesia, los musulmanes gritaban: “¡Allah-u-Akbar!” (¡Alá es poderoso!).
Igual que Saulo antes de su conversión, estos hombres creían que estaban sirviendo a Dios. Estaban castigando a los infieles, a los que habían blasfemado. La policía intentó detener al grupo, pero con poco éxito. Estos musulmanes estaban decididos a perseguir a los seguidores de Jesús.
La pandilla de hombres arrastró a la esposa de Fritz fuera de la casa, golpeándola y pateándola. De no haberlos detenido los oficiales de seguridad, el Pastor Fritz y su esposa hubiesen muerto.
Los oficiales se llevaron a Fritz y a su esposa a la oficina militar por su seguridad. Fritz presentó una demanda, pero nadie fue arrestado. Nadie hubiese criticado a Fritz y a su esposa si se hubieran marchado del pueblo o si hubiesen cancelado del todo los servicios de la iglesia. Amaban a su congregación. Así que, a pesar de la amenaza de futura persecución, decidieron permanecer en la ciudad y continuar predicando el evangelio y ministrando a los creyentes.
Dos semanas después, un oficial de seguridad le advirtió al pastor Fritz sobre otro ataque por parte de los musulmanes radicales. Esa noche llegaron los atacantes, el grupo era mayor y estaban más furiosos que antes. En esta ocasión estaban preparados para llevar a cabo el jihad, o guerra santa. Nuevamente rodearon el templo, donde también estaba ubicada la casa de Fritz y comenzaron a lanzar piedras, mientras gritaban: “¡Ataquen! ¡Ataquen!”
En esta ocasión la policía no se presentó a socorrer a Fritz y a su familia. No les llevó mucho tiempo a aquellos hombres entrar en el templo y saquearlo todo. Cortaron la electricidad, dejando las habitaciones en plena oscuridad. Antes que Fritz y su esposa pudiesen escapar, alguien le pegó a la esposa en la cabeza con un palo. A Fritz también le pegaron hasta que su rostro estaba bañado en sangre.
Entonces los musulmanes amarraron a Fritz con alambre de acero y continuaron golpeándolo. Fritz gritó: “¡Señor Jesús, ayúdame!” Uno de los atacantes le metió a la fuerza un cigarrillo encendido en la boca y mientras se reía le dijo a Fritz con sarcasmo: “¡Cómete a tu Jesús!”
Le colocaron una capucha sobre la cabeza, lo llevaron fuera de la casa y lo desnudaron. Los atacantes lo golpearon, lo quemaron con cigarrillos y lo hicieron rodar por encima de los cristales rotos de la ventana del templo que había caído al suelo. Otros hombres continuaron destruyendo su hogar y el templo. El cántico de los atacantes retumbaba en sus oídos: “¡Allah-u-Akbar!” “¡Allah-u-Akbar!” Por último, Fritz no pudo resistir un fuerte golpe en la mandíbula y se desmayó.
Cuando despertó, estaba acostado encima de un montón de madera que habían sacado del arruinado templo. Sus atacantes estaban echando muebles rotos encima de él. Muy pronto sentía que se ahogaba por el humo y las llamas que se elevaban a su alrededor. Fritz elevó lo que él pensó sería su última oración antes de encontrarse con el Señor cara a cara: “Señor, en tus manos entrego mi alma y mi espíritu”.
Fritz no recuerda cómo sucedió, pero de pronto se encontró levantado del fuego. Igual que Sadrac, Mesac y Abed-Nego, Dios lo libró a él de las llamas también. Luego que escapara del fuego fue atado a un poste, apedreado y dejado por muerto. Fritz sufrió una conmoción cerebral, tenía la mandíbula destrozada y algunos nervios en sus ojos estaban permanentemente dañados, pero aun así rehusó rendirse y morir.
Hoy día Fritz y su esposa viven con unos amigos cerca del lugar donde el templo y su casa fueron destruidas. No debe sorprendernos que aun continúe pastoreando su redil.

Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
Apocalipsis 12:11

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