Las ofrendas: una prueba segura del carácter de quien da

Por Andrew Murray
En el mundo, el dinero es un patrón o un cierto criterio de valor. Es difícil expresar todo lo que el dinero significa para nosotros. Es el símbolo del trabajo, de la actividad, del talento. Es con frecuencia una muestra de la bendición de Dios para con esfuerzos diligentes. Es el equivalente a una gran parte de todo cuánto se puede tener al servicio de la mente y del cuerpo, de la propiedad, del confort o del lujo, de la influencia y poder. No es de extrañar que el mundo lo ame, busque adquirirlo y, con frecuencia, le rinde adoración. No es de admirar que sea el patrón de todos los valores, no sólo para cosas materiales, como también del propio hombre y, que, el hombre, sea frecuentemente medido por el dinero que posee o no.
Sin duda que, aunque bajo un principio diferente, el hombre es juzgado no sólo por su dinero en el reino de este mundo, sino también en el reino de los cielos lo será con toda la certeza. El mundo se cuestiona: ¿Cuánto es que este individuo tiene? Cristo pregunta: ¿Cómo será que este hombre usa lo que tiene? El mundo piensa, sobre todo, en ganar dinero; Cristo, en la mejor forma de venir a darlo. Y cuando un hombre da, el mundo aún pregunta: ¿Cuanto da? Cristo pregunta: ¿Cómo dio? El mundo toma en cuenta el dinero y su cantidad; Cristo, el hombre que da y sus motivos.
Esto puede ser visto en la historia de la viuda pobre. Muchos que eran ricos daban mucho, pero lo hacían «de lo que les sobraba». No necesitaban hacer ningún sacrificio para dar; la vida de ellos era tan buena y confortable tanto antes como después de que hayan dado, en nada cambiaba por la ofrenda; no les había costado nada. No existía ningún amor o devoción especial a Dios en sus ofrendas; sólo formaban parte de una religión fácil y tradicional. La viuda donó dos moneditas. Quitó de su propio sostén aquello que dio. Dio todo a Dios, sin reservas, sin retener nada. Dio todo.
¡Cuán diferente es nuestro criterio para juzgar las cosas de Cristo! Nosotros preguntamos cuanto un individuo da. Cristo pregunta cuánto le resta. Nosotros miramos la ofrenda. Cristo pregunta si la ofrenda fue un sacrificio. La viuda no se quedó con nada para ella, dio todo. Esta donación ganó la aprobación cordial de Jesús, por haber sido donada con espíritu de sacrificio, como fue el suyo que, siendo rico, se hizo pobre por amor a nosotros. Los otros dieron mucho, pero de lo que les sobraba; ella dio de lo que necesitaba, todo cuanto poseía y tenía.
Pero si nuestro Señor desea que hagamos lo que ella hizo, ¿por qué no nos dejó órdenes específicas y claras sobre este asunto? ¡Cuánto nos alegraríamos cuando ofrendáramos! ¡Ah, este es el centro fundamental de la cuestión! ¡Necesitamos de una orden para hacerlo! Este es precisamente el espíritu del mundo en la iglesia, mirando lo que damos, la cuantía que damos. Y esto es precisamente lo que Cristo no quiere ni acepta. Él quiere el amor generoso, lo que da sin que sea preciso mandar. Quiere que toda la ofrenda salga empapada en el amor, una verdadera ofrenda voluntaria.
Si deseas la aprobación del Maestro, como la viuda pobre lo consiguió, acuérdate de una cosa: necesitas colocar todo a Sus pies, colocar todo a Su disposición. Y esto, como siendo la expresión espontánea de un amor que, como el de María, no puede dar poco, porque ama. ¡Todas mis ofrendas voluntarias! ¡Qué prueba de carácter, Señor Jesús! Oh, dame la gracia para Amarte de tal modo que yo pueda saber cómo tengo que dar.
Traducido por Wiarly Muñoz G. (08-03-2009)
Tomado Del libro El Dinero de Andrew Murray

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