FUEGO


Por A.W.Tozer

Habrás leído acerca de Blas Pascal, el famoso científico francés del siglo XVII, y a menudo designado como uno de los seis más grandes pensadores de todo tiempo. Fue considerado como un genio en matemáticas, y sus indagaciones científicas tocaron muchos campos. Era filósofo y escritor. Pero lo mejor de todo fue que una noche experimentó un encuentro personal, abrumador, con Dios que cambió su vida.
Pascal escribió en una hoja de papel un breve relato de su experiencia, dobló el papel y lo guardó en un bolsillo cerca de su corazón, aparentemente como recuerdo de lo que había sentido. Los que le asistieron durante su agonía encontraron el papel, gastado y arrugado. En la misma escritura de Pascal, decía:
“Desde alrededor de las diez y media de la noche hasta alrededor de media hora después de medianoche, ¡fuego! Oh Dios de Abraham, Dios de Isaac. Dios de Jacob no el Dios de los filósofos y de los sabios-. El Dios de Jesucristo que puede ser conocido sólo en los caminos del Evangelio. Seguridad - sentimiento - paz - gozo - lágrimas de gozo. Amén”.
¿Eran éstas las expresiones de un fanático, de un extremista?
No. La mente de Pascal fue una de las más eminentes. Pero el Dios viviente había traspasado e ido más allá de todo lo que era humano, intelectual y filosófico. El atónito Pascal sólo pudo describir de una manera la visitación en su espíritu: «¡Fuego!»
Compréndase que ésta no era una declaración en oraciones gramaticales para que otros las leyeran. Era el pronunciamiento extático de un hombre entregado durante dos asombrosas horas en la presencia de su Dios.
No hubo ingeniería ni manipulación humana aquí. Había sólo maravilla, asombro y adoración obradas por la presencia del Espíritu Santo de Dios mientras Pascal adoraba.
Lo que necesitamos entre nosotros es una visitación genuina del Espíritu. Necesitamos un repentino otorgamiento del espíritu de adoración entre el pueblo de Dios.

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