Redimido con la sangre



Por D.L. MOODY
En 1 Pedro 1:18 leemos: «Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual os fue transmitida por vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación.»
El oro y la plata no pueden redimir nuestras almas. Como he procurado mostrar, teníamos la vida perdida. La muerte había entrado en el mundo con el pecado, y no había nada, excepto la sangre, que pudiera hacer expiación por el alma. Por tanto, dice Pedro: «No sois redimidos con plata y oro.» Si el oro y la plata pudieran redimirnos, ¿no creéis que Dios habría creado millones de mundos llenos de oro? Habría sido bastante fácil para Él. Pero no somos redimidos con estas cosas corruptibles, sino con la sangre preciosa de Cristo. La redención significa «ser comprado otra vez»; y nosotros nos habíamos vendido por nada, y Cristo nos redimió, nos compró otra vez.
¿«Cómo puedo ser salvo», preguntas? Acepta al Redentor, al Señor Jesucristo, y descansa en su obra consumada. Cuando Cristo en el Calvario dijo «Consumado es» (Juan 19:30), este grito fue el de un Vencedor. Él había venido para redimir al mundo, y entonces lo había hecho, ¡lo había hecho sin precio de dinero! Y su grito al mundo resuena a lo largo de las edades: «A todos los sedientos, venid a las aguas; y a los que no tienen dinero: Venid, comprad y comed. Sí, venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche» (Isaías 55:1).
Hace algunos años iba con un amigo a predicar un domingo por la mañana, cuando vimos a un joven en un coche delante de nosotros. Le acompañaba una señora de edad.
«¿Quién es este joven?» pregunté a mi amigo.
«¿Ves esta hermosa pradera», me dijo mi amigo, «y esta tierra, más allá, con la casa que hay en ella?»
«Sí,» le contesté.
«El padre de este joven lo perdió todo con la bebida.» Entonces mi amigo me contó toda la historia. El padre era un borracho, que despilfarró la propiedad y había dejado a la esposa en un asilo. «Y este joven, su hijo, se fue a trabajar y ganó dinero, y regresó para comprar la casa y la tierra. Ahora vive con su madre en la casa, y la lleva a la iglesia.»
Pensé que ésta era una ilustración para mí. El primer Adán, en el Edén, nos había vendido por nada; pero el Mesías, el Segundo Adán, vino y nos rescató, nos volvió a comprar. El primer Adán nos llevó a un «asilo», por así decirlo; el Segundo Adán nos hace reyes y sacerdotes para Dios. Esto es la redención. Obtenemos en Cristo lo que perdimos en Adán, y mucho más.
Los hombres ven la sangre de Cristo con desprecio, pero llega un día en que verán que la sangre de Cristo es más valiosa que todos los reinos de la tierra. Supongamos que esta noche tienes que cruzar las puertas de la muerte, y entrar por la orilla del Jordán, para atravesarlo, sin esperanza en Cristo. Supongamos que eres millonario, ¿de qué te sirven los millones? La sangre de Cristo sería para ti más valiosa que toda la plata y el oro del mundo.

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