Testimonio de la Acción de Dios en el Avivamiento en Shantung





Hubo varios casos de restitución. Un día, estábamos orando, todos de rodillas. En el final, cuando nos levantamos, vimos un paquete de dinero encima de la mesa. Había monedas (de valor equivalente a un dólar) y algunas notas. Junto con el paquete, había una nota escrita por la esposa de uno de los pastores, diciendo que era el dinero del diezmo que ella había robado del Señor, reteniéndolo para sí misma.
En otra ocasión, un diácono de la iglesia vino al culto de santa cena trayendo una cesta cargada de monedas (también con valor aproximado de un dólar cada una). Estaba pesada, tenía unas 500 monedas. Él llegó y colocó la cesta encima de la mesa de la cena del Señor. Dentro de la cesta, había un billete explicando que era el diezmo que había robado de Dios durante mucho tiempo. Varias otras personas comenzaron a sentir el mismo toque de Dios para arreglar su vida en esa área.

Cierta mañana, un hombre llegó a la reunión de oración con el rostro hinchado y rojo, lágrimas escurriendo por la cara. Fue aquella primera semana, cuando la reunión comenzó en una tercera y continuó, sin interrupción, durante cuatro días. Siempre había gente en la sala de oración, a veces poco más de diez personas, en otras hasta 200. En aquella mañana específica, había unas 50.
“Ustedes saben”, él nos dijo, “que mi esposa no es convertida. Dios me mostró anoche que ella no es convertida a causa de mí. Es imposible para ella convertirse. Estoy viviendo una vida hipócrita.
“Ustedes no conocen mi esposa. Tengo miedo de ella, pues es un verdadero terror. Ella no quiere que yo dé mi diezmo a la iglesia. Entonces le he mentido a ella. Quito el diezmo de mi dinero y después llego a casa y digo que es sólo eso lo que tengo.
“También en otro asunto yo la he engañado. Ella no quiere que yo vaya hacia los cultos. Cree que es una pérdida de tiempo. Siempre hay tanta cosa para arreglar, para reparar en casa, y ella quiere que yo haga esas cosas en el lugar de perder tiempo yendo hacia los cultos. Si yo insisto en ir hacia los cultos, ella me amenaza con seguirme hasta el lugar y entrar en la reunión, gritando, cayendo en el suelo, haciendo un escándalo y avergonzándome. Ustedes no conocen a mi esposa – ¡ella sería capaz de hacer exactamente eso! ¡Tengo miedo de ella!
“Entonces, a los domingos, le digo que necesito ir al mercado. Voy al culto primero y después paso al mercado y hago algunas compras. Es así que la he engañado. “Pero anoche, Dios trató duramente conmigo. Necesito ir hacia casa y confesar que le he mentido a ella. Necesito contarle todo lo que he hecho. Quiero que oren por mí.” Enseguida, él salió, mientras el grupo se quedó en oración. Después de una hora o más, él volvió, los ojos aún llenos de lágrimas, sólo que esta vez eran lágrimas de alegría. Enseguida, nos contó como Dios había operado. Al golpear en la puerta, la esposa salió insultándolo, pues él no había vuelto a casa en la noche anterior. Insultó y humilló al marido con todo el vocabulario que conocía. Pero él dijo: “Termine de insultarme. Volví a casa para confesarle mis pecados a usted”.
Cuando oyó las palabras “confesar pecados”, la esposa paró. Por primera vez en la vida, algo calló sus labios. Ella estaba sorprendida, atónita. Él, entonces, entró y le contó todo lo que Dios le había mostrado como pecado en su vida. Al terminar, él dijo: “Ahora ya le conté todo lo que Jesús me mostró en mi vida”.
“¿Fue Jesús que lo mandó a usted a contarme todo eso?”, ella preguntó.
“Sí, fue Jesús. Yo no podría continuar viviendo sin confesar esas cosas, sin arreglar mi vida con usted.”
“Entonces, creo que necesito de Jesús en mi vida también”, ella respondió. Fue así que, en el espacio de unas dos semanas, ella se convirtió y también todos sus hijos.


Aunque tal vez poco conocido por la mayoría de los cristianos, el Avivamiento de Shantung es considerado uno de los avivamientos más significativos en China y fue, con certeza, el más poderoso que hubo en medio de los bautistas. Shantung (o Shandong) es una provincia en el litoral nordeste de China. Poco antes de la invasión del país por Japón en 1937, en medio de la turbulencia política causada por actividad comunista en la región, Dios envió una poderosa onda de avivamiento que duró aproximadamente diez años (1927-1937).

Dios sabe cuánto necesitamos de un avivamiento como aquel en nuestros días, aquí en el mundo occidental. En el avivamiento, Dios mismo actúa. Nadie más nos podrá ayudar. Solamente Dios.

Traducido por Wiarly Muñoz G. 24 de enero de 2010

Deus sabe o quanto precisamos de um avivamiento como aquele em nossos dias, aqui no mundo ocidental. No avivamiento, Deus mesmo age. Ninguém mais nos poderá ajudar. Somente Deus.

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