LA SANGRE DE CRISTO QUE LIMPIA DE TODA MALDAD


Una noche Juan Wesley, cuyas predicaciones encendieron el avivamiento más grande de la historia de Inglaterra, andaba a caballo por un bosque. De repente escuchó una voz gritando “deténgase”.Apareció un asaltante quien agarró la rienda del caballo de Wesley y le dijo: “Su dinero o su vida”.
Wesley entregó el poco dinero que tenía y el ladrón, al encontrar sólo libros religiosos en las alforjas de Wesley, se disponía a irse. Pero Wesley le dijo: “Espere, tengo algo más para darle”.
El ladrón se detuvo, esperando recibir algo más. Wesley le dijo: “Amigo espero que viva los días suficientes para arrepentirse de esta vida suya, y si así resulta, le ruego que recuerde una cosa: -la sangre de Cristo limpia de toda maldad-
Unos años después, cuando Wesley estaba viejo, predicó en una iglesia y terminado el culto mucha gente deseaba saludarlo. Una de esas personas fue el ladrón que había asaltado a Wesley muchos años antes en aquel bosque oscuro. Ya no era ladrón sino un hombre de negocios y un fiel discípulo de Jesucristo.
Le hizo recordar a Wesley aquella noche en el bosque y las palabras que Wesley había dicho. Le contó como había llegado a conocer a Cristo, como Cristo lo había transformado, y como Cristo lo había llenado de alegría y paz. En un gesto de gratitud tomó la mano de Wesley para besarla, diciendo, “A usted señor Wesley se lo debo todo”. Pero Wesley le respondió, “a mí no, mi amigo: todo se lo debe a la sangre de Cristo que limpia de toda maldad”.
Adaptada de Hewitt, Illustracions Unlimited, (Wheaton, Illinois: Tyndale, 1988), p. 50.

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