Madame Marie de Curie



(1867-1934)

Una Vida de Devoción

“¿Has visto hombre solicito en su trabajo? Delante de los reyes está.” Prov 22:29

La vida de extrema abnegación de Madame Marie Sklodowska de Curie, es una lección sacada del mundo científico, digna de imitarse en la vida cristiana.
Marie Sklodowska, famosa química y física francesa, nació en Varsovia, Polonia. A la edad de 24 años fue a Paris para estudiar en la Universidad Sorbonne. Allí vivió en la colonia latina cerca de la universidad. Durante tres años sus viviendas eran desvanes, albergues muy sencillos, incómodos y baratos.
Lo único que Marie deseaba era tener un lugarcito donde pudiera estar quieta para perseguir sus estudios. Cada momento apartado de ellos, era para Marie tiempo perdido. Se negó a formar amistades y a buscar diversiones. No hacía caso del frío y del hambre que frecuentemente sufría. Contaba con la equivalencia de sesenta centavos americanos para gastar diariamente en ropa, alimentos, alquiler de cuarto, carbón de piedra para su calefacción y sus estudios en la universidad.
Con el fin de no gastar en combustible, a veces no juntaba fuego en su estufita y aparentemente no se fijaba que tenía los dedos entumecidos y el cuerpo temblando de frío mientras, encantada de sus estudios, preparaba sus lecciones. Su entretención era sus estudios. Durante semanas enteras su única comida era pan con mantequilla y té. Frecuentemente estudiaba hasta las dos o tres de la mañana. Entonces dormía unas cuatro o cinco horas e iba a sus clases.
Esta rara e inhumana forma de existir, hizo de la bella y rubia señorita de Varsovia una sombra de lo que antes era. Amaba con pasión el ambiente del laboratorio donde silenciosamente pasaba su tiempo absorta en sus trabajos.
Muy luego se licenció en la física. Entonces deseaba su licenciatura en la matemática. Sus pocos ahorros ya se habían gastado pero con una beca con que fue premiada, calculó que con una economía rigurosa, ésta le sostendría durante otros quince meses. De nuevo se dedicó a trabajos durísimos.
Un día conoció a un genio científico francés llamado Pierre Curie. Con sus conversaciones con Marie, el joven científico se quedó encantado. Halló en ella una persona con quien platicar usando lenguaje técnico, y quien entendía las ecuaciones más difíciles de la matemática más avanzada. Pierre se enamoró de Marie pero le costó mucho trabajo lograr que ella consintiera en casarse con él. Por fin obtuvo su mano. Ella no contó con traje de bodas. La ancianita suegra de su cuñado ofreció comprarle uno. Marie le dijo: “Ya que usted bondadosamente ofrece obsequiarme mi vestido de bodas, por favor cómpreme uno de color oscuro y de género práctico que me pueda servir después en mis trabajos en el laboratorio.”
El nuevo hogar de los recién casados era una habitación sencillísima, un apartamento de tres cuartos que no ofrecía nada de comodidades. Marie rehusó aceptar los muebles que el padre del novio les ofreció. Ella dijo que el trabajo de mantenerlos aseados le robaría del tiempo de sus estudios. Los muebles de cuarto donde estudiaban, se constituían de una mesa rústica, una lámpara de gas y dos sillas – una para Marie y otro para Pierre. No había silla para visitas porque dijeron que las visitas les quitarían tiempo de sus estudios.



Su única entrada era el sueldo de Pierre, equivalente a cien dólares americanos por mes. Eso no les preocupaba. Su única preocupación era como meter en las 24 horas, el trabajo que deseaban hacer.
Su laboratorio era una abandonada choza. En ella Madame Curie descubrió el radio, el metal (Ra) de número atómico 88 de intensa radioactividad. Por aislar el radio, ella inventó el proceso para su fabricación. Sin el conocimiento de este proceso sofisticado, los ingenieros no lo podían fabricar, pero muy pronto lo tuvieron porque los esposos no sacaron patente de su descubrimiento. Podían haberse enriquecido pero rehusaron hacerlo porque eso “sería contrario al espíritu científico.”
El apellido “Curie” ahora es de fama mundial. Pierre fue electo a la Academia de Ciencias y Marie fue honrada con una cátedra de física en la Universidad Sorbonne. Su descubrimiento de
radio marcó el principio de la física atómica moderna.
Con razón Jesús dijo que los hijos de este siglo son más sagaces . . . que los hijos de luz.
Lucas 16:8.
Preguntémonos: ¿Estamos buscando al Señor como los esposos Curie buscaban el conocimiento científico? ¿Vivimos abnegadamente con tal de que la causa del Señor triunfe en la tierra?

De Sunday School Beacon en Juan 3:16

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