PARA UNA GRAN COSECHA DE ALMAS


Por Orlando Boyer

Fue Leonel Fletcher quien escribió:
“Todos los grandes ganadores de almas a través de los siglos fueron hombres y mujeres incansables en la oración. Conozco como hombres de oración casi todos los predicadores de éxito de la generación actual, tanto como los de la generación próxima pasada, y sé que, igualmente, fueron hombres de intensa oración.
“Cierto evangelista me tocó profundamente el alma cuando yo aun era un joven reportero de un periódico. Ese evangelista estaba hospedado en casa de un pastor presbiteriano. Golpeé a la puerta y pedí hablar con el evangelista. El pastor, con voz trémula y con el rostro iluminado por extraña luz, respondió:
“Nunca se hospedó un hombre como él en nuestra casa. No sé cuando él duerme. Si entro en su habitación durante la noche para saber si necesita de alguna cosa, lo encuentro orando. Lo vi entrar en el templo temprano en la mañana, y no volvió para la hora de la comida.”
“Fui a la iglesia… entré sigilosamente para no perturbarlo. Lo encontré sin chaqueta y sin sweater. Estaba postrado hacia adelante del púlpito. Oí su voz como agonizante y conmovida, insistiendo con Dios a favor de aquella ciudad de mineros, para llevar almas al Salvador. Había orado toda la noche, había orado y ayunado el día entero. Me aproximé silenciosamente al lugar donde él oraba postrado, me arrodillé y puse mi mano sobre su hombro. El sudor le caía por el cuerpo. Él nunca me había visto, más me miró fijamente por un momento y rogó: ¡Ore conmigo, hermano! No puedo vivir si esta ciudad no se acerca a Dios. Estuve allí veinte días sin que hubiera conversiones. Me arrodillé a su lado y oramos juntos. Nunca oí a alguien insistir tanto como él. Me volví hacia el lado asombrado, humillado y estremeciendo.”
“Aquella noche asistí al culto en el templo grande donde el predicó. Ninguno sabía que él no había comido durante el día entero, que no durmió durante la noche anterior. Pero, al levantarse para predicar, oí diversos yentes decir: ¡La luz de su rostro no es de la tierra! Y no era el mismo. Él era un reconocido maestro bíblico, pero no tenía el don de predicar. Pero, en esa noche, mientras predicaba, el auditorio entero fue tomado por el poder de Dios. Fue la primera gran cosecha de almas que presencié”.

Extraído del libro “Heróis da Fé” de Orlando Boyer

Traducido por Wiarly Muñoz G. 06 de febrero de 2010

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