Preparando Mi Corazón Para Aquel Día



Por George Müller

Agradó al Señor enseñarme una verdad, que ha beneficiado mi vida por más de catorce años. Es lo siguiente: percibí, mucho más claramente que antes, que el asunto más importante y más urgente con el que tengo que ocuparme cada día es conservar mi alma muy feliz en el Señor. La primera cosa con que debo preocuparme no es tanto cuánto yo puedo servir al Señor, sino cuánto yo puedo colocar mi alma en un estado de felicidad en el Señor y alimentar mi hombre interior.
Yo podría buscar servir al Señor predicando la verdad a los incrédulos; podría buscar beneficiar a los creyentes; podría cuidar de aliviar a los oprimidos. Podría aún buscar proceder de tal manera para comportarme como un hijo de Dios en este mundo, y aun con todo eso no estar feliz en el Señor y no ser alimentado y nutrido en mi hombre interior día a día, todo esto podría no ser practicado correctamente, o en el espíritu correcto.
Hasta entonces mi práctica había sido, por lo menos diez años antes de eso, de habitualmente entregarme a la oración inmediatamente después de vestirme de mañana temprano. Ahora yo veo que la cosa más importante que yo debería hacer era entregarme a la lectura de la Palabra de Dios, y en ella meditar, de tal manera que mi corazón pudiera ser confortado, animado, consolado, condenado, instruido. Percibí que así, a través de la Palabra de Dios, mientras meditaba en ella, mi corazón podría ser llevado a una experiencia de comunión con el Señor.
Comencé, a partir de entonces, a meditar en el texto del Nuevo Testamento desde el comienzo, temprano en la mañana. La primera cosa que yo hice, después de pedir en pocas palabras la bendición del Señor sobre su preciosa Palabra, fue comenzar a meditar en la Palabra de Dios, investigando en cada versículo para obtener de él una bendición, no para ejercitar el ministerio público de la Palabra, no para predicar sobre aquello que yo estaba meditando, sino para obtener alimento para mi propia alma.
Descubrí que, como resultado de eso, invariablemente inmediatamente después de algunos minutos mi alma era llevada a la confesión, o a la acción de gracias, o a la intercesión, o a la súplica; de tal modo que, aunque yo no me hubiera dedicado inicialmente a la oración y sí a la meditación, de igual manera, yo era llevado casi inmediatamente de un modo o de otro a la oración.
Entonces, cuando yo terminaba con mi súplica, o intercesión, o acción de gracias o confesión, yo continuaba para los otros versículos, y nuevamente profundizaba en la oración por mí mismo o por los otros, de acuerdo con lo que me guiaba la Palabra, pero aun manteniendo delante de mí aquel objetivo de mi meditación, el de obtener alimento para mi alma.
La diferencia, entonces, entre mi práctica anterior y esta actual es esto: antes, cuando yo me levantaba, yo comenzaba a orar lo más pronto posible, y generalmente gastaba casi todo mi tiempo hasta el desayuno en oración, o hasta todo el tiempo. En todas las ocasiones yo casi invariablemente comenzaba con oración, a no ser cuando yo sentía mi alma desnutrida, estéril, casos en que yo leía la Palabra de Dios para alimento, o para refrigerio, o para renovación o avivamiento de mi hombre interior, antes de entregarme a la oración propiamente dicha.
Pero ¿cuál era el resultado de esto? Generalmente yo me quedaba de rodillas quince minutos, o media hora, o hasta una hora, antes de alcanzar la conciencia de estar recibiendo confort, ánimo, humildad de espíritu, etc., y muchas veces, después de haber sufrido con la divagación de mi mente por los primeros diez minutos, o quince, o incluso media hora, y entonces solamente ahí es que yo comenzaba realmente a orar.
Raramente me acontece esto ahora. Con mi corazón alimentado por la verdad, experimentando una comunión real con Dios, yo hablo con mi Padre y con mi Amigo (por más vil que yo sea e indigno de esto) acerca de las cosas que Él me trajo en su preciosa Palabra. Muchas veces yo me admiro ahora de que no haya percibido esto antes. Tome esta llave de oro. Él lo llama. Entre en su Santo Lugar.
Extraído de “ Jornal Arauto da Sua Vinda” Ano 15 Número 1

Traducido por Wiarly Muñoz G. 04 de febrero de 2010

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