SEAMOS MISERICORDIOSOS



POR CHARLES SPURGEON

Se dice de Crisóstomo que predicaba tan continuamente la doctrina de dar limosna en la iglesia cristiana, que le llamaban 'el predicador de la caridad' y me parece que no es un título inadecuado para ser ostentado por un hombre. En estos días, socorrer al pobre casi se ha vuelto un crimen; de hecho, no sé si haya algunos estatutos que nos declaren culpables por hacerlo.
No faltarán menesterosos en medio de la tierra, y no faltarán menesterosos en medio de la verdadera Iglesia de Cristo. Son el legado de Cristo para nosotros. Es muy seguro que el buen samaritano recibió mayor beneficio del pobre hombre que encontró entre Jerusalén y Jericó, que el beneficio que otorgó a aquel pobre hombre. El samaritano aportó un poco de aceite y vino, y dos denarios, y los gastos del mesón, pero vio su nombre registrado en la Biblia, y desde allí ha sido transmitido a la posteridad: y sin embargo su inversión fue maravillosamente pequeña; y en todo lo que damos, la bendición llega a quienes dan, pues ustedes conocen las palabras del Señor Jesús, cuando dijo: "Más bienaventurado es dar que recibir." Bienaventurados aquellos que son misericordiosos con los pobres.
Además, el hombre misericordioso tiene un ojo ávido, un ojo dispuesto al llanto porque se identifica con los afligidos que le rodean.
Hay muchos cristianos que siempre se apartan del camino de personas como esas; o si se las encuentran, les dicen: "ya basta de andarle contando a todo el mundo sus miserias. ¿Quién quiere hablar con gente así? No deberían estar tan tristes; realmente deberían estar más alegres; están cediendo al nerviosismo," etcétera.

Eso podría ser muy cierto, pero siempre es una lástima que lo digan. Es lo mismo que le dijeras a alguien que tiene un dolor de cabeza que está inventando un dolor de cabeza, o cuando tiene calentura o fiebre, que está inventando la calentura o la fiebre. El hecho es que no hay nada más real que esas enfermedades aunque pudieran ser atribuibles a la imaginación, pues son reales en su dolor, aunque tal vez no podamos encontrar una causa para ellas.

El hombre misericordioso es siempre misericordioso para con estas personas; No busca su propio consuelo diciendo: "voy a derivar consuelo de esta persona," sino que desea proporcionar consuelo. Recuerda que está escrito: "Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles," y conoce ese mandamiento: "Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén."

Entiende que, así como su Señor y Maestro buscaba lo que estaba herido, y vendaba lo que estaba quebrado, y sanaba lo que estaba enfermo, y traía de regreso lo que se había descarriado, de la misma manera todos Sus siervos deben imitar a su Señor, cuidando con mayor interés a los que se encuentran en el más triste apuro.

Oh hijos de Dios, si alguna vez son insensibles con las personas afligidas, no son lo que deberían ser; no son como su Señor; no son como serían si estuviesen en su recto estado; pues cuando están en la condición correcta, son tiernos, y piadosos y compasivos, y llenos de compasión, pues han aprendido del Señor Jesús que los misericordiosos son bienaventurados, y que alcanzarán misericordia.

Cuando crecemos mucho, puede ser que el Señor nos abata, y nos alegraremos con cualquier ratonera donde podamos ocultar nuestras cabezas.


Cuando el doctor Guthrie estaba muy enfermo y a punto de morir, dijo que le gustaba oír los himnos de los muchachos, y de los niñitos, y los hombres más vigorosos de la familia de Cristo a menudo necesitan los textos de los muchachos y las promesas de los muchachos. Incluso las promesas de los niñitos son adecuadas para los grandes hombres cuando se encuentran en esa triste condición. Sean misericordiosos, como también su Padre celestial es misericordioso, para con aquellos que están abatidos.

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