Reglas de oración

Por George Muller
"Somos recompensados ricamente por nuestro esperar en Dios", el Sr. Müller aconsejó. "Usted puede ver como Él en su corazón está listo para oír las súplicas de sus hijos que ponen su confianza en Él… Pero para tener contestadas tus oraciones, necesitas hacer tus peticiones a Dios basadas, no en tus propios méritos, sino solamente en los méritos del Señor Jesús, como el fundamento de aceptación delante de Dios para tu persona, para tus oraciones, para tus labores y para todo lo demás.
"También es necesario, para que tus oraciones sean contestadas, que las cosas que le pides a Dios deben ser de tal clase que Dios te lo puede dar porque son para su honra y para tu propio bien… Por último, necesitamos continuar en oración hasta que se nos conceda la bendición. "No es suficiente comenzar a orar, ni orar correctamente; ni tampoco es suficiente continuar orando por un tiempo; pero debemos continuar pacientemente, creyendo y orando hasta obtener la respuesta. Y aún más, no únicamente debemos continuar en oración hasta el fin, sino también tenemos que creer que Dios sí nos oye, y que contestará nuestras oraciones. Más a menudo fallamos en no continuar en oración hasta obtener la bendición, y en no esperar la bendición. Siempre que todos estos puntos se unen en un individuo, seguramente vendrán las respuestas a sus peticiones".
El Sr. Müller vendió aun trapos y huesos que se acumularon en la casa. Él dijo: "Como administrador de dinero del público, creo que es razonable que aun estos artículos sean cambiados en dinero; ni tampoco podemos esperar respuestas a nuestras oraciones sabiendo que ha habido alguna pérdida permitida en conexión con este trabajo. Puesto que recibimos de Dios el dinero, simplemente en respuesta a la oración, nos conviene aún más el tener cuidado en su uso".
En 1.852 el Sr. Müller tuvo la más dura prueba de fe, de las muchas que él experimentó. Su única y amada niña se enfermó con tifus. Parecía por un tiempo que ella no viviría. Después de su esposa, ella era su tesoro terrenal que más amaba; pero él fue guardado en paz, porque creía que si el Señor se la llevaba, sería para el bien de ella y de sí mismo, y para la gloria de Dios. Después de muchos días, Dios tuvo a bien restaurarle la salud.
Después de considerarlo, le pareció mejor que en lugar de edificar una sola segunda casa grande para el orfanatorio, de edificar en el mismo terreno que la primera, la segunda y la tercera casa, que serían capaces de acomodar 1.000 niños entre las tres casas. ¡Qué gozo cuando la segunda casa se abrió en 1.857!
Una vez la caldera, usada para calentar la primera casa, goteaba. Era el principio del invierno, y un viento recio comenzó a soplar del norte. Después de mucha consideración y oración, el Sr. Müller oró y le pidió al Señor que cambiara el viento del norte a un viento calmado del sur, y que el Señor les diera a los trabajadores la determinación de trabajar y hacer las reparaciones pronto. El día que iban a apagar el fuego de la caldera, el Señor sí mandó un viento calmado. Los trabajadores se decidieron a trabajar toda la noche, y las reparaciones fueron hechas sin ocasionar ningún daño a los niños en la casa por causa de cuartos fríos.
En 1.859, hubo un movimiento notable del Espíritu Santo entre las huérfanas. Sesenta y tres de ciento veinte fueron convertidas en un mes. En otro tiempo como 200 niñas fueron movidas en sus almas y la mayoría fueron convertidas. En 1.866 aconteció un avivamiento bendito, y más de 100 niños fueron convertidos. En 1.872 una epidemia de viruela quitó las vidas de algunos niños y algunos trabajadores. Esto comenzó una obra de gracia en la cual como 700 huérfanos, según parecía, llegaron a ser salvos.
Un joven en Irlanda, James (Santiago) McQuilkin, leyó el libro del Sr. Müller y fue muy impresionado con lo que puede ser obtenido por medio de la fe y oración. Él juntó amigos para orar, y el resultado fue decenas de miles de almas que fueron convertidas.
Al pasar los años, Dios prosperó al Sr. Müller de tal manera que él nunca más estuvo corto de fondos. Una tercera casa fue edificada en 1.862. Antes de completar la tercera casa, hubo presión para edificar más, para que un total de 2.000 niños pudieran ser acomodados. Dos casas más —una cuarta y quinta— fueron edificadas, dando lugar donde vivir para 2.050 niños en total. Cuando era difícil obtener trabajadores para cuidar esta cantidad de niños, el Sr. Müller y su esposa empezaron a orar tres veces al día en lugar de una sola vez como anteriormente. Dios contestó y los trabajadores llegaron.
Los visitantes fueron impresionados grandemente con la limpieza y la orden de las casas, y con la salud y la felicidad de los niños. Esto fue aún más asombroso, porque muchos de los huérfanos vinieron de padres que no estaban bien de salud que murieron siendo jóvenes, y muchos de los hijos heredaron sus debilidades.
Durante toda su vida, el Sr. Müller personalmente nunca tuvo ningún terreno propio, y no tuvo ninguna entrada de dinero o ganancia en lo cual él podía depender. Sus necesidades fueron provistas por creyentes que mandaban regalos después de que él oraba para que sus necesidades fueran suplidas. Aunque él era un hombre de fe y un hombre que tenía comunión con Dios, él también era un gran trabajador, y llevó a cabo trabajos increíbles. Fue dicho de él: "Él ora como si Dios fuera a hacer todo el trabajo, pero trabaja como si todo dependiera de él".
A lo largo de los años, él fue bendecido por Dios para dar como un millón de dólares a la obra misionera. Por medio de las Biblias y folletos que él distribuyó, miles de almas fueron salvas. El Sr. Müller atribuyó el buen éxito del orfanatorio, incluyendo las casas y su ministerio en general, a su humilde esfuerzo de "hacer la obra de Dios a la manera de Dios", buscando sólo a Él para su guía y apoyo. Él comprobó que hay poder con Dios por medio de la fe y la oración.

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