ORA, AUNQUE EL INFIERNO SE OPONGA


Por John Bunyan

Es necesario que haya un entendimiento iluminado con el fin de que el alma sea llevada a continuar en el servicio y deber de la oración, pese a toda circunstancia. John Bunyan escribió acerca de la perseverancia de la oración lo siguiente:
“El pueblo de Dios no ignora las muchas tretas, trucos y tentaciones que el diablo usa para hacer que una pobre alma, verdaderamente deseosa de tener al Señor Jesucristo, llegue a cansarse de buscar el rostro de Dios, y a pensar que Él no quiere tener misericordia de ella. “Sí”, dice Satanás, “puedes orar cuanto quieras, pero no prevalecerás. Mira tu corazón: duro, frío, torpe y embotado. No oras con el Espíritu, no oras con verdadero fervor; tus pensamientos se van tras otras cosas cuando aparentas estar orando a Dios. Fuera, hipócrita; basta ya; es en vano que sigas luchando.” He aquí, pues, que si el alma no está bien avisada, clamará al momento: “¡El Señor me ha abandonado, mi Dios me ha olvidado!” Mientras que la que está debidamente informada e iluminada dice: “Bien, buscaré al Señor y esperaré; no cederé, aunque no me diga ni una palabra de consuelo. Él amaba apasionadamente a Jacob, pero le hizo luchar a brazo partido antes de obtener la bendición.” Los aparentes retrasos en Dios no son pruebas de su desagrado; a veces es posible que oculte su rostro de los santos que más ama. Le agrada en extremo mantener a los suyos en oración, y hallarles continuamente llamando a la puerta del cielo. Acaso sea, dice el alma, que el Señor me prueba, o que le agrada oír cómo le presento, gimiendo, mi condición.
La mujer cananea no quiso tomar por negativas verdaderas las que eran sólo aparentes; sabía que el Señor era misericordioso. El Señor vindicará a los suyos aunque emplee a veces largo tiempo. El Señor me ha esperado mucho más tiempo que yo a Él; y lo mismo le ocurrió a David. “Resignadamente esperé,” dice (Salmo 40: l); o sea, pasó mucho tiempo antes de que el Señor me respondiera, aunque por fin “inclinóse a mí y oyó mi clamor.” El mejor remedio para esto es un entendimiento bien informado e iluminado. ¡Lástima que haya en el mundo tantas pobres almas que temen verdaderamente al Señor, y que, por no estar bien instruidas, a menudo están dispuestas a darlo todo por perdido, cada vez que Satanás emplea una de sus tretas y tentaciones! Que el Señor se compadezca de ellas y les ayude a orar con el Espíritu, y también con entendimiento. Aquí podría mencionar gran parte de mi propia experiencia. En mis accesos de agonía espiritual, he tenido fuertes tentaciones de rendirme y no buscar más al Señor; pero habiéndome hecho entender cuán grandes pecadores eran aquellos de quienes Él ha tenido misericordia, y cuán grandes eran sus promesas a los pecadores; y que no era al que estaba sano, sino al enfermo; no al justo, sino al pecador; no al que está lleno, sino al que está vacío, a quienes comunicaba Su gracia y Su misericordia, esto, por medio de la ayuda de su Santo Espíritu, hizo que me adhiriese a Él, que me apoyara en El, y que al mismo tiempo clamara, aunque de momento no envió respuesta. ¡Que el Señor ayude a todo este pueblo pobre, tentado y afligido, a hacer lo mismo, y a perseverar, aunque tenga que esperar mucho tiempo!

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