GUILLERMO BRAMWELL


Guillermo Bramwell existió en Inglaterra como una genuina llama de fuego. Ganó a las almas por miles, pero detrás de la escena había agonizantes luchas e incesantes oraciones. Su biógrafo dijo: “Se mantenía arrodillado durante horas. Casi vivía así. El fuego del Espíritu que tenía fue aprehendido por medio de las horas invertidas en la oración. Muchas veces estaba hasta cuatro horas seguidas, retirado a la oración.” “Después de doce horas de gemidos, ocupando todas las maneras, Dios ha abierto los ojos de los ciegos. Nunca vi el poder de Dios tan visiblemente manifestado; cualquiera que fueran los resultados, Dios fue quién los produjo.”


Guillermo buscaba con diligencia renovadores bautismos del Espíritu Santo, ayunando y orando. Dijo: “Estoy bebiendo del Espíritu mucho más profundamente hoy: a través del orar sin cesar, recibiré la plenitud de Dios. Más que nunca, tengo vergüenza de la incredulidad. Oh, ¡Cuánto ella deshonra a Dios y Su verdad!”

“Veo más claro que antes que los que están rendidos a Dios en oración continua, son gente de acción, en la tierra y en el cielo. Pasan por el mundo con serenidad, son obedientes a llevar la cruz y se glorían más entre más pesada fuera la cruz. De otra manera, si no están rendidos a Dios en oración, cada cruz les traerá una mayor perplejidad y les roba el poco amor y gozo que tienen. Estar vivo en Dios en todo, es como tener dos cielos; estar inestable y de medio corazón, es cómo tener dos infiernos.”

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