Preciosa es la oración, dulce y sabrosa;
Inclinarse ante el trono de gracia y allí depositar todas las cargas.
Obtener nuevo aliento en la carrera, vestirse la armadura de la fe, y depender tan solo del Señor.
Cuando la carga abruma la conciencia, oír, suave, un murmullo de amor que aleja toda nube de temor, y nos indica la sangre de Cristo; Cuan grato y tierno es el recordarnos
Que su justicia está envuelta en su gracia.
¡Pero, oh, el ver el rostro de jesús!
El verme libre de pecado y pena. Sentir mi rostro reclinado en su pecho
¡Esto es más dulce aún, y mucho más!
Toda felicidad aquí en la tierra ¡Es como nada comparada a esto!
AUTOR DESCONOCIDO
Comentarios
Publicar un comentario