UN HOMBRE EXTRAORDINARIO

Me dijo un buen hombre (el Rev. D. Nash): "¡Oh, me estoy muriendo de deseo de tener poder en la oración! Mi cuerpo está aplastado, llevo el mundo encima, y ¿cómo puedo dejar de orar?" Sé que este hombre se acostaba agotado y desmayando bajo la presión. Y sé que oraba como si hiciera violencia al cielo, y luego hemos visto que la bendición descendía simplemente como una respuesta a su oración, de modo que nadie podía dudar de que era como si Dios le hablara desde el cielo.
¿Os diré cómo murió? Oró y siguió orando; se puso el mapa del mundo delante y oró, y miró a los diferentes países oró por ellos hasta que expiró en su habitación, orando.
¡Bendito sea este hombre! Le consideraban como un reprobado los impíos, los carnales, los intelectuales; pero era el favorito de los cielos, un príncipe que prevalecía en la oración.

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