LAS ORACIONES DE JOHN PATON



 Entraba día a día al patio próximo a la casa. Llevaba siempre un libro en la mano y se arrodillaba bajo un árbol para derramar su alma ante Dios. Su hijo Juan dijo de él. “Ese era el santuario de nuestra humilde casa. Varias veces al día, generalmente después de las comidas nuestro padre entraba en aquel cuarto y cerrada la puerta, oraba. Sus hijos comprendíamos por instinto espiritual que esas oraciones eran por nosotros. De vez en cuando se oía el eco de una voz con el tono de quien suplica por la vida. Pasábamos delante de esa puerta en puntillas, a fin de no perturbar esa santa e íntima conversación. El mundo exterior no sabía de dónde provenía el gozo que resplandecía en el rostro de nuestro padre, pero nosotros sí lo sabíamos. Era el reflejo de la presencia divina. Me dije: Si mi padre anduvo con Dios, ¿Por qué yo no?

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