Salmo 148:13.
El rey Luis XIV de Francia iba a ser sepultado en la Catedral de Nuestra Señora, en París. El templo estaba profusamente decorado. La concurrencia allí reunida representaba a lo más grande de la nobleza que el mundo había visto.
El cuerpo del rey muerto estaba ataviado con elegantes, vistosos, finos y ricos vestidos. Los nobles que habían llegado procedentes de lejanos y de cercanos lugares esperaban un grandioso panegírico, como, según ellos, lo merecían la ocasión y el monarca muerto.
Sin embargo, quedaron sorprendidos, atónitos, alarmados y pasmados cuando escucharon al predicador decir: “¡Solamente Dios es grande!”
Lo anterior nos hace recordar que Dios, por media del profeta Oseas, había
dicho: “Dios soy, y no hombre; el Santo en medio de ti...” (Oseas 11:9); y el Señor Jesús dijo: “Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria” (Mateo 6:13), y también dijo: “ninguno hay bueno, sino sólo Dios” (Lucas 18:19); y Juan dijo: “Dios es amor” (1 Juan 4:16). —J. Winston Pearce.
El rey Luis XIV de Francia iba a ser sepultado en la Catedral de Nuestra Señora, en París. El templo estaba profusamente decorado. La concurrencia allí reunida representaba a lo más grande de la nobleza que el mundo había visto.
El cuerpo del rey muerto estaba ataviado con elegantes, vistosos, finos y ricos vestidos. Los nobles que habían llegado procedentes de lejanos y de cercanos lugares esperaban un grandioso panegírico, como, según ellos, lo merecían la ocasión y el monarca muerto.
Sin embargo, quedaron sorprendidos, atónitos, alarmados y pasmados cuando escucharon al predicador decir: “¡Solamente Dios es grande!”
Lo anterior nos hace recordar que Dios, por media del profeta Oseas, había
dicho: “Dios soy, y no hombre; el Santo en medio de ti...” (Oseas 11:9); y el Señor Jesús dijo: “Tuyo es el reino, y el poder, y la gloria” (Mateo 6:13), y también dijo: “ninguno hay bueno, sino sólo Dios” (Lucas 18:19); y Juan dijo: “Dios es amor” (1 Juan 4:16). —J. Winston Pearce.
Comentarios
Publicar un comentario