VISITAR A LOS HUÉRFANOS Y A LAS VIUDAS


Por William Mc Donald


“La religión pura y sin mácula delante de Dios y el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”
(Stg 1:27).


Una viuda ya entrada en años que vivía sola, llegó a una etapa crítica de su vida que la obligaba a depender de la ayuda de los vecinos y amigos. Con mucho tiempo de sobra, tenía un diario en el que anotaba todo lo que le sucedía durante el día, especialmente los contactos con el mundo exterior. Un día los vecinos se dieron cuenta de que por varios días no habían visto señales de vida alrededor de su casa. Llamaron a la policía para que entrara a la casa, y encontraron que ya llevaba varios días muerta. Tres días antes de su muerte, las únicas palabras que aparecían en su diario eran: “No vino nadie”, “No vino nadie”, “No vino nadie”.
En lo atareado de nuestra vida cotidiana, es muy fácil olvidar al solitario y al necesitado, al débil y al enfermizo. Damos prioridad a otros asuntos, y a aquellas formas del servicio que son más públicas y llamativas. Pero si deseamos que nuestra religión sea pura y sin mácula, no debemos descuidar a los huérfanos ni a las viudas. Tampoco debemos olvidar a los ancianos, los inválidos y los recluidos. El Señor se interesa especialmente en aquellos que necesitan ayuda, y hay una recompensa especial para los que se disponen a suplir esta necesidad. 

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