EL ÚLTIMO SERMÓN


POR THOMAS WATSON
El 24 de agosto de 1662, dos mil ministros puritanos del evangelio fueron excluidos de sus púlpitos, habiendo recibido la orden de no predicar más en público. El Acto de Uniformidad, bajado por el parlamento inglés, conocido por los evangélicos como la Gran Expulsión, moviéndose por sobre Inglaterra como una espesa nube. Muchos líderes eclesiásticos de la Iglesia Anglicana, la religión oficial, estaban forzando a los puritanos a cesar sus prédicas o a amoldar la adoración litúrgica decretada por ley. Muchos ministros prefirieron el silencio a la transigencia.
Con los ojos llenos de lágrimas, millares de cristianos humildes oyeron su último sermón el domingo inmediatamente anterior a la fecha en que el Hecho sería ley. Y, en aquel último domingo de libertad, los ministros puritanos probablemente predicaron sus mejores sermones.
El sermón que transcribimos a continuación, de un modo abreviado, fue predicado por Thomas Watson a su pequeño rebaño.

Antes que yo me vaya, debo ofrecer algunos consejos y orientaciones para vuestras almas. He aquí veinte instrucciones que tengo que dar a cada uno de vosotros, para las cuales deseo la más especial atención:
&1.  Antes de todo, observa tus horas constantes de oración a Dios, diariamente. El hombre piadoso es hombre (Sal 4:3), no solo porque Dios lo separó por elección, sino también porque él mismo se separa por devoción. Comienza el día con Dios, lo visita por la mañana, antes de hacer cualquier otra cosa. Lee las Escrituras, pues ellas son, al mismo tiempo, un espejo que muestra sus manchas y un lavatorio donde puedes blanquear esas máculas. Entra al cielo diariamente, en oración.
&2.  Colecciona buenos libros en casa. Los libros de calidad son como fuentes que contienen el agua de la vida, con la cual podrás refrigerarte. Cuando descubras un escalofrío en tu alma, lee esos libros, donde podrás quedar familiarizado con aquellas verdades que animan y conmueven el corazón.
&3.   Ten cuidado con las malas compañías. Evita cualquier familiaridad innecesaria con los pecadores. Ninguno puede asegurar la salud de otros, pero si puede asegurar las dolencias. Y la dolencia del pecado es altamente contagiosa. Debido a que no podemos mejorar a los otros, al menos tengamos cuidado de que ellos no nos hagan peores. Está escrito acerca del pueblo de Israel que se mezclaron con las naciones y les aprendieron sus obras (Sal 106:35). Las malas compañías son las redes de arrastre del diablo, con las cuales arrastra millones de personas para el infierno. ¡Cuántas familias y cuántas almas han sido arruinadas por las malas compañías!
&4.   Cuidado con lo que oyes. Existen ciertas personas que, con sus modos sutiles, aprenden el arte de mezclar el error con la verdad y de ofrecer veneno en una taza de oro. Nuestro Salvador, Jesucristo, nos aconsejó:
Guardaos de los falsos profetas,  que vienen a vosotros con vestidos de ovejas,  pero por dentro son lobos rapaces (Mateo 7:15). Si como aquellos bereanos que examinaban las Escrituras, para verificar si, de hecho, las cosas eran como les fueron anunciadas (Hechos 17:11),para los creyentes es necesario un oído que discierna y una lengua crítica, que puedan distinguir entre la verdad y el error y ver la diferencia entre el banquete ofrecido por Dios y un guisado colocado enfrente por el diablo.
&5.   Sigue la sinceridad. Sé lo que pareces ser. No seas como los remadores, que miran para un lado y reman para otro. No mires para el cielo, con tu profesión de fe, para, entonces, remar en dirección al infierno, con tus prácticas. No finjas tener el amor de Dios, al mismo tiempo que amas el pecado. La piedad fingida es una dupla iniquidad. Que tu corazón sea recto delante de Dios. Cuanto más simple es el diamante, tanto más precioso es él, y cuanto más puro es el corazón, mayor es el valor que Dios da a su joya. El salmista dice sobre Dios: He aquí,  tú amas la verdad en lo íntimo (Sal 51:6).
&6.  Nunca te olvides de la práctica del auto-examen. Establece un tribunal en tu propia alma. Ten recelo tanto de una santidad enmascarada como de ir para un cielo pintado. ¿Te juzgas bueno porque otros así piensan de ti? Permite que la Palabra sea un imán con el cual probarás tu corazón. Deja que la Palabra sea un espejo, delante del cual puedas juzgar la apariencia de tu alma. Por falta de autocrítica, muchos viven conocidos por los otros, pero mueren desconocidos por sí mismos.
Me acordaba de mis cánticos de noche;  Meditaba en mi corazón (Sal 77:6)
&7.   Mantén vigilancia en cuanto a tu vida espiritual. El corazón es un instrumento sutil, que le gusta absorber la vanidad, y, si no usamos de cautela, nos atrae, como un anzuelo, hacia el pecado. El creyente necesita estar constantemente alerta. Nuestro corazón se asemeja a una persona sospechosa. Fija los ojos en él, observa tu corazón continuamente, pues es un traidor en tu propio pecho. Todos los días deber montar guardia y vigilar. Si duermes, ahí está la oportunidad para las tentaciones diabólicas.
&8.   El pueblo de Dios debe reunirse con frecuencia. Los admiradores de Cristo deben andar unidos. Así, un creyente ayudará a animar a otro. Un consejo puede efectuar tanto bien como una predicación. Entonces los que temían a Jehová hablaron cada uno a su compañero (Mal 3:16). Cuando un creyente profiere la palabra correcta en el tiempo oportuno, derrama sobre otro el óleo santo que hace brillar con mayor fulgor la lámpara del más débil. Los biólogos ya se dieron cuenta que hay cierta simpatía entre las plantas. Algunas producen mejor cuando crecen cerca de otras plantas. Semejantemente, esta es la verdad en el terreno espiritual. Los santos son como árboles de santidad. Crecen mejor en la piedad cuando crecen juntos.
&9.   Que tu corazón sea elevado encima del mundo, piensa en las cosas de aquel lugar; Podemos ver el reflejo de la luna en la superficie del agua, más ella misma está encima, en el firmamento. Así también, aunque el creyente ande aquí abajo, su corazón debe estar fijado en las glorias de lo alto. Aquellos cuyos corazones se elevan encima de las cosas de este mundo no quedan aprisionados con los vejámenes y desasosiegos que otros experimentan, sino, antes viven plenos de alegría y de contentamiento.
&10.  Consuélate con las promesas de Dios. Las promesas son grandes soportes para la fe, que vive en las promesas del mismo modo que el pez vive en el agua. Las promesas de Dios son cual botes fluctuantes que nos impiden hundirnos, cuando entramos en las aguas de la aflicción.
&11.   No seas ocioso, sino trabaja para ganar tu sustento. Estoy cierto de que el mismo Dios dice: Acuérdate del día de reposo, para santificarlo, también dice: Seis días trabajarás y harás toda tu obra. Dios jamás apoyó ninguna ociosidad. Pablo observó: Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente,  no trabajando en nada,  sino entremetiéndose en lo ajeno.  A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo,  que trabajando sosegadamente,  coman su propio pan. (2 Tes 3:11-12).
&12.    Junta a la primera tabla de la Ley la segunda, esto es, piedad para con Dios y equidad para con el prójimo. El apóstol Pablo reúne esas dos ideas, en un solo versículo: Vivamos siempre en el presente siglo justa y piadosamente (Tit 2:12). La justicia se refiera a la moralidad, la piedad dice respecto a la santidad. Algunos simulan tener fe, pero no tiene obras, otros tienen obras, pero no tienen fe. Algunos se consideran celosos de Dios, pero no son justos en sus tratos, otros son justos en lo que hacen, pero no tiene las menor chispa de celo para con Dios.
&13.     En tu andar delante de otros, une a la inocencia la prudencia. Sed prudentes como las serpientes y sencillos como palomas (Mat 10:16). Debemos incluir la inocencia en nuestra sabiduría, pues de otro modo tal sabiduría no pasará de astucia, y necesitamos incluir sabiduría en nuestra inocencia, pues de lo contrario nuestra inocencia apenas será debilidad. Conviene que seamos tan inofensivos como las palomas, para que no causemos daños a los otros, y que tengamos la prudencia de las serpientes, a fin de que los otros no abusen de nosotros ni nos manipulen.
&14.   Tenga más miedo del pecado que de los sufrimientos. Bajo el sufrimiento, el alma puede mantenerse tranquil. Pues, cuando un hombre peca voluntariamente, pierde toda su paz. Aquel que comete un pecado para evitar el sufrimiento, se asemeja al individuo que permite que su cabeza sea herida, para evitar daños en su escudo y casco.
&15.    Huye de la idolatría. Hijitos, guardaos de los ídolos (1 Juan 5:21). La idolatría consiste en una imagen de celos que provoca a Dios. Guárdate de los ídolos y ten cuidado con las supersticiones.
&16.     No desprecies la piedad por estar siendo ella perseguida. Hombres impíos, cuando son instigados por Satanás, vituperan, maliciosamente, el camino de Dios. La santidad es una cualidad bella y gloriosa. Llegará el tiempo cuando los inicuos desearán ver algo de esa santidad que ahora desprecian, pero están tan removidos de ella como ahora están lejos de desearla.
&17.     No le des valor al pecado por estar actualmente en la moda. No juzgues el pecado como cosa apreciable, solo porque la mayoría sigue tal camino. ¿Pensamos bien sobre una plaga, solo porque ella se hace tan generalizada y alcanza a tantos?  Y no seáis cómplices en las obras infructíferas de las tinieblas, sino, más bien reprendedlas (Ef 5:11).
&18.     En lo que dice relación con la vida cristiana, sirve a Dios con todas tus fuerzas. Deberíamos hacer por nuestro Dios todo cuanto está a nuestro alcance. Deberíamos servirlo con toda nuestra energía, puesto que la sepultura está tan cerca, y allí ninguno ora ni se arrepiente. Nuestro tiempo  es demasiado corto, por lo que también nuestro celo de Dios debería ser intenso. Sed fervientes de espíritu, sirviendo al Señor ( Rom 12:11).
&19.    Hace a los otros todo el bien que pudieres, en cuanto tengas vida. Trabaja por ser útil a las almas de tus semejantes y por suplir las necesidades ajenas. Jesucristo fue una bendición pública en el mundo. Él salió  a hacer el bien. Muchos viven de modo tan infructífero, que en verdad, sus vidas difícilmente son dignas de una oración, como también su fallecimiento casi no merece una lágrima.
&20.     Medita todos los días sobre la eternidad. Pues tal vez sea cuestión de pocos días o de pocas horas- habremos de embarcar a través del océano de la eternidad. La eternidad es una condición de desgracia eterna o de felicidad eterna. A cada día, pasa algún tiempo mostrando respeto de la eternidad. Los pensamientos profundos sobre la eterna condición del alma deberían servir de medio capaz de promover la santidad. En conclusión, no debemos sobrevalorar los conforts de este mundo. Las conveniencias del mundo son muy agradables, pero también son pasajeras y luego se disipan. La idea de la eternidad debe ser lo bastante para impedirnos de quedar tristes en frente de las cruces y sufrimientos en este mundo. La aflicción puede ser prolongada, pero no eterna. Nuestros sufrimientos en este mundo no pueden ser comparados con nuestro eterno peso de gloria. Considera lo que les he dicho, y el Señor les dará entendimiento acerca de todo.

Traducido por Wiarly Muñoz G 21 de febrero de 2010

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