¿ERES PECADOR?


por William Reid (1814 – 1896)

Cierto joven inteligente, amable, honesto y recto, un ejemplo de buena conducta y religiosidad, fue súbitamente sacudido una noche por el Espíritu de Dios.
--¡Oh, mi pecado! ¡Mi pecado! --exclamó
--¿Qué pecado? --preguntó un amigo, pensando qué pecado le estaría remordiendo la conciencia.
--Oh, es mi fría negligencia del Salvador amante.
Durante cuatro horas sufrió la tortura de un sentido espantoso de pecado; y después de que el Señor se le revelara, prometió que su vida sería un sacrificio vivo para alabanza de su Redentor. Su convicción y conversión fueron el medio para impulsar a más de un próspero profesor en la ciudad a preguntarse: ¿Soy salvo o estoy perdido?
Mucho me temo que muchos y aun los que frecuentan nuestras mesas de comunión no son salvos y pasarán la eternidad en el infierno a menos de que se arrepientan de su dependencia de su membresía en la iglesia y de sus demás pecados y, tal como este joven religioso, sean traídos a Jesús para recibir perdón y paz.
Es que la religión ¡no salva a nadie!
Sólo la sangre preciosa de Cristo (1 Pedro 1:19) nos puede salvar del pecado y de la ira.
Y usted, mi querido amigo, ¿es salvo o está perdido? Si es salvo, seguramente recuerda una época cuando estaba perdido, y puede contar algo acerca de su convicción y conversión. Los que son salvos, a menos que fueron santificados desde su infancia, pueden testificar de cómo fueron llevados a un sentido de su pecado y al conocimiento de la salvación.
¿Ha sentido que es pecador y, como tal, ha buscado salvación?
Mientras caminaba por la calle cierta mañana, un hombre joven salió apresuradamente de su oficina y me tomó en sus brazos diciendo:
--Oh, señor, he encontrado a Cristo.
--¿Cuándo y cómo? --le pregunté de todo corazón
Entonces me contó lo siguiente:
--Sucede, señor que me he sentido muy ansioso en las últimas semanas. Mi ansiedad aumentó terriblemente el viernes a la noche. Estaba orando. Mientras me encontraba arrodillado mi carga se hizo intolerable. Sentí que mis pecados me presionaban el corazón como si hubieran construido una bodega sobre mi cuerpo. No podía moverme. No podía ponerme de pie. De mi interior salió un clamor tan agonizante que mi vecino de al lado se levantó de la cama y corrió para ver qué pasaba. Oró conmigo. Antes de retirarse encontré la paz por medio de creer en el Señor Jesucristo.
Mi querido amigo, ¿nunca ha tenido una experiencia así? ¿Ha sentido alguna vez que sus pecados le presionaban el corazón, como si tuviera sobre su cuerpo el peso de una bodega; y sabe usted lo que es tener paz al creer en el Señor Jesucristo (Hechos 16:31)?
Si no descubre su pecado y lo trae al Calvario para ser perdonado y lavado en la sangre de Jesús, tenga por seguro que su pecado lo descubrirá a usted y lo traerá al tribunal de Cristo para ser condenado por él y enviado al castigo eterno.
Una pequeña niña quien le había dicho una mentira a su mamá antes de salir de casa, se sintió sumamente preocupada cuando oyó decir a un pastor estas cosas terribles en su sermón. ¡Oh, aquella mentira! pensó, "¡Tengo que llevarla al Calvario o ella me llevará al infierno!
Paso a paso, el Señor la guió a verse como una gran pecadora aunque era pequeña; y caminó muchas millas para ver al pastor a fin de preguntarle cómo podía ser salva. Al poco tiempo, pudo depositar sus pecados sobre Jesús. Cuando después le preguntaron si lo había hecho, respondió:
--Oh sí, nunca más volveré a cargarlos yo.
Mi querido amigo, ¿ha depositado todos sus pecados sobre Jesús, y lo ha hecho esto tan adverso al pecado y lo ha llenado de un anhelo tan grande de santidad que ahora siente el anhelo de no volver a pecar, como esta querida corderita en el redil del Buen Pastor?
“Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” - Lucas 19:10
¿Es usted pecador?
Querido amigo, ¿le ha mostrado el Espíritu Santo que usted es pecador?
Quizá usted diga, como dijera otro: “Admito que soy pecador, sé que he pecado, pero no puedo comprender lo que usted quiere decir cuando dice que soy un pecador perdido -un pecador arruinado. No estoy perdido, no estoy arruinado como usted afirma.”
“Bueno, yo sé que usted no está definitivamente perdido porque si lo estuviera no se encontraría aquí. Bendito sea Dios por esa misericordia, pero si no está perdido, no puede tener nada que ver con el Salvador, porque él ha venido para “buscar y salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). El hombre, en cuanto cayó, estaba perdido, porque la primera pregunta de Dios lo implica “[Adán], ¿Dónde estás tú?” (Gén. 3:9). Dios, en su gracia, buscaba al hombre después de la Caída porque éste estaba perdido; y Dios en Cristo sigue buscando a los pecadores porque están perdidos.
Pero no sólo hay perdón en Jesús, hay también toda bendición espiritual que el pecador arruinado necesita. Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud (Colosenses 1:19).
Cierto pastor que estaba acostumbrado a considerar el Evangelio como algo extremadamente simple, inteligible y de poco contenido, se sintió impactado un día por la expresión Las inescrutables riquezas de Cristo. Las inescrutables riquezas de Cristo, se dijo, nunca las encontré, ¡nunca supe que había riquezas inescrutables en él! Sintió una profunda convicción de pecado, y mientras caminaba impaciente de arriba para abajo en su habitación poco tiempo después, fue guiado a reflexionar en esos dos pasajes de las Escrituras: Sin derramamiento de sangre no se hace remisión y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado. Creyó en Jesús--fue lavado en su sangre y fue lleno de un gozo inexplicable. [Ef. 3:8, Heb. 9:22, 1 Pedro 1:8]
Subí al segundo piso y luego bajé (cuenta él), caminé de arriba para abajo en mi habitación, aplaudiendo de gozo y exclamando: ¡Lo he encontrado! ¡Lo he encontrado! ¡He encontrado a Aquél a quien ama mi alma! Y, por un rato, como dijera el apóstol Si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé.
No debe pensar que es increíble que un pastor haya estado predicando salvación a otros mientras él mismo estaba perdido, porque leemos en el tercer capítulo del Evangelio de Juan que aún el excelente, moral Nicodemo, maestro de Israel, no tenía idea de que debía nacer de nuevo. Fue a este hombre principal entre los judíos que Jesús dirigió estas solemnes palabras: El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Si había hombre a quien el Señor Jesús hubiera podido mandar que obrara su propia justicia, hubiera sido este hombre, pero aun a él le dice: Es necesario nacer de nuevo (Juan 3:3-7).
Usted quizá piense: Si me comporto mejor, Dios me perdonará, pero ese es un pensamiento vano. De ninguna manera exonerará al culpable. Ninguna gran reforma del presente puede pagar por los pecados del pasado. El Dios de justicia inflexible lo tiene a usted detenido como criminal, por ley condenado a morir, y todas sus supuestas buenas obras son ahora sólo servicios en la prisión y de nada valen como justificación ante Dios. La sentencia ha sido dictada y si, en el presente obedeciera perfectamente todos los mandamientos de Dios, no serían más que su deber, y el deber no paga la deuda. Si se aferra a la idea de comportarse mejor como base para su perdón y aceptación de parte de Dios, su condenación es segura. Porque la Biblia dice:
Todas nuestras justicias [son] como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento. Isaías 64:6, y,
Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia.  - Tito 3:5.
A pesar de que nada puede hacer para merecer el favor de Dios, no tiene por qué morir. Le anunciamos las buenas nuevas: puede ser salvo en base a la obra completada y aceptada de Aquél que es poderoso para salvar. ¡El Santo Jehová, en su soberana misericordia, envió a su Hijo Jesús para ser el Salvador de los perdidos! ¡Sufrió la cruz, cargó con la maldición de la ley, hizo expiación y abrió el camino de acceso al favor de Dios aun para el peor de los pecadores! Encerró al pecado, no a los pecadores. Ellos pueden reconciliarse con el Señor.
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. - 2 Cor. 5:21
Si usted quiere perdón
Ahora bien, si algún pobre pecador quiere perdón, acérquese a Dios en el nombre de Jesús y encontrará redención por medio de su sangre, el perdón de todos sus pecados. Querido amigo, ¿ansía usted perdón? “Perdonará abundantemente.” Si Dios no quisiera salvar a pecadores perdidos como usted, la fuente que fue abierta pronto se cerraría, y este mundo infestado de pecado sería arrasado por el fuego. Mientras sea usted preservado con vida y mientras este mundo no sea consumido por el fuego, puede creer que para usted hay perdón de Dios y “redención abundante” en su Hijo amado. [Heb. 10:20, Ef. 1:7, Isa. 55:7, Sal. 130:7]
Échese a los pies de Emanuel como un pobre pecador moribundo, clamando: Señor, sálvame; y si muere al hacerlo, será el primero que jamás lo haya hecho. “El que a mí viene,” dice el amante Jesús, “no le echo fuera” (Juan 6:37).

Nada en mi mano traigo,
Simplemente a tu Cruz me aferro;
Desnudo, acudo a ti para que me vistas,
Desamparado, en tu gracia confío;
Inmundo, a tu fuente vuelo,
Lávame, Salvador, o muero.


Extracto tomado del libro Puestos sus ojos en Jesús escrito por William Reid (1814 – 1896)

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