Por Oswald Chambers
“Mi actitud como creyente frente a la aflicción y la
dificultad no debe ser la de pedir que yo me libre de ellas, sino que Dios me
proteja de modo que pueda perseverar en aquello para lo cual Él me creó, a
pesar del fuego del sufrimiento. En ese fuego nuestro Señor pudo conocerse a sí
mismo, aceptar su posición y comprender su propósito. Él fue salvado no de esta
hora, sino en medio de ella.
Afirmamos que no debería existir la aflicción; pero como
existe, debemos aceptarla y aprender a conocernos a través de su fuego. Somos
necios si tratamos de evitarla o rehusamos tenerla en cuenta. Como las penas
son una de las realidades más grandes de la vida, es inútil alegar que no
deberían existir. Ya que el pecado, la aflicción y el sufrimiento existen, no
nos corresponde a nosotros decir que Dios se ha equivocado al permitirlos.
La aflicción quema una gran cantidad de superficialidad en
una persona, pero no siempre la hace mejor. El sufrimiento me edifica o me
destruye. No puedes conocerte en el éxito, porque el orgullo te hace perder la
cabeza; tampoco en la monotonía de tu
vida diaria, porque ésta hace que te quejes. La única forma de conocerte es
durante el fuego de la aflicción. Por qué debe ser así es otro asunto. Se trata
de un hecho que es verdad tanto en las Escrituras como en la experiencia
humana. Siempre puedes reconocer a quien ha pasado por ese fuego y se ha
conocido a sí mismo, porque sabes que puedes acudir a él en tus dificultades y te
dedicará el tiempo necesario. Pero si una persona no ha pasado por el fuego de
la aflicción, tiende a ser despectiva, no te respeta ni tiene tiempo para ti y
solamente te da la espalda. Si te conoces a ti mismo durante el fuego de la
aflicción, Dios te convertirá en alimento para otros.”
Fragmento tomado de En pos de lo Supremo
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