Un hombre soñó que repentinamente había muerto y había sido transportado al cielo. Estando en aquel mundo glorioso pensaba que estaba en él porque lo merecía.
De pronto alguien vino a verlo, lo llevó a las almenas, y comenzó el diálogo siguiente:
—Ven. Voy a mostrarte una cosa—: Mira allá abajo. ¿Qué ves?
—Veo un mundo muy obscuro.
—Fíjate: a ver si lo conoces.
—Por supuesto; es el mundo de donde vine.
—¿Qué ves?
—Que los hombres allá están vendados, y muchos se dirigen a un precipicio.
—Bien: ¿Te quedarás aquí, a gozar del cielo, o volverás a la tierra con el objeto de dedicar un poco más de tiempo a hablarles a esos hombres acerca de este mundo?
El hombre que tuvo este sueño era un predicador que había estado desalentado; y, al despertar, dijo: “Ya no quiero morir; sino trabajar.” —
Dwight L. Moody.
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