EL PODER DE UNA VOLUNTAD RENDIDA



  Por R.A. Torrey
    Muchos de los llamados cristianos, tienen suficiente religión como para hacerlos miserables. Ya no disfrutan del mundo, pero todavía no han entrado en el gozo del Señor. Ya no tienen los puerros, las cebollas y los ajos de Egipto, pero tampoco la leche, la miel y el trigo puro de Canaán. ¡Qué lugar tan lamentable para vivir!
    La salida es sencilla: una entrega completa a Dios. Entonces nuestro gozo será cumplido. Entonces aprenderemos el secreto de la bendición y del poder.
    Cuando hacemos nuestra la voluntad de Dios, Él hace la nuestra, suya. Cuando nos deleitamos en el Señor, Él nos concede las peticiones de nuestro corazón (Salmo 37:4).
    "De Dios es el poder" (Salmo 62: 11), pero hay una sola condición bajo la cual se nos otorga ese poder: una entrega completa a Él.
    "Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia" (Romanos 6:13).
    De nuevo, en Romanos 6:22 leemos: "Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna".
    El gran secreto de la bendición y del poder se halla en estos versículos. "Presentaos vosotros mismos a Dios" —el secreto completo se encuentra en esas palabras. "Presentarse" significa "ponerse a la disposición de alguien". En otras palabras, hemos de entregarnos por completo a Dios para ser su propiedad, para que Él haga lo que quiera con nosotros, usándonos según su voluntad.
    Si alguien pregunta, "¿Qué debo hacer para saber todo lo que Él me quiere dar?" respondo sencillamente: "Ríndete absolutamente a Dios". Dile: "Padre celestial, de aquí en adelante no tengo una voluntad propia. Tu voluntad sea hecha en mí, a través de mí, por mí, y en lo que se refiere a mí, en todas las cosas. Me pongo sin reservas en tus manos —ahora haz conmigo lo que quieras". Cuando uno lo hace, Dios, Quien es infinito en amor, sabiduría y poder, también hace lo que es mejor para nosotros.


1. Una voluntad rendida abre la puerta para un conocimiento de la verdad
    Un conocimiento de la verdad llega cuando rendimos a Dios la voluntad. "El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios..." (Juan 7:17). Nada aclara la vista espiritual como el rendimiento a la voluntad de Dios. "Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él" (1 Juan 1:5). El rendirnos a Dios nos abre los ojos a la luz que es Él mismo. Nos armoniza en seguida con toda la verdad.
    Nada puede cegarnos la vista espiritual como la voluntariedad o el pecado. He visto la solución de preguntas que por varios años habían dejado perplejos a ciertos hombres, cuando ésos simplemente se rindieron a Dios. Lo que era negro como la noche, se vuelve como la luz del día.
    "Si tu ojo es bueno", dice Cristo, "todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas..." (Mateo 6:22-23).
    Una vida y una voluntad rendidas, es el secreto de la luz y del conocimiento. Muchos hombres me han confiado que estaban vagando en las tinieblas, sin saber en lo que creían, y si es que creían en algo. A ellos les he hecho las preguntas: "¿Rendirás la voluntad a Dios? ¿Estás dispuesto a entregarte completamente a Dios, para que haga lo que quiera contigo?" Y cada uno que lo ha hecho, ha dicho tarde o temprano, "Mis dudas se fueron, junto con las incertidumbres y las tinieblas. Ahora todo es luz".


2. Una voluntad rendida hace posible el poder en la oración
    El secreto más grande de la oración que prevalece, es lo que Juan registra de su propia experiencia gozosa en 1 Juan 3:22: "Y cualquiera cosa que pidiéramos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él".
    Nota esas palabras maravillosas: "Cualquiera cosa que pidiéramos la recibiremos de él". ¡Piensa en eso! No hay ninguna oración, grande o pequeña, a la que le falte recibir lo pedido. Luego observa la razón: "porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él". Una vida completamente rendida para hacer la voluntad de Dios revelada en las Santas Escrituras, y para hacer las cosas que son agradables delante de Él, una vida rendida a la voluntad y el querer de Dios, una vida enteramente puesta en las manos de Dios para que Él la use como quiera —es el secreto de la oración que prevalece.
    ¿Preguntas por qué no puedes recibir lo que pides, por qué no puedes decir como Juan, "Lo que pido, recibo"? No es porque él era apóstol y tú eres no más que un cristiano común, sino porque él podía decir: "Guardo sus mandamientos, y hago las cosas (y sólo esas cosas) que son agradables delante de Él". Y tú no puedes decir eso. Es porque la vida de Juan estaba enteramente entregada a Dios, y la tuya no.
    Muchas personas no entienden por qué parece que sus oraciones no llegan al oído de Dios, sino más bien caen sin poder a tierra. No hay nada misterioso en ello. Es sencillamente porque no se ha cumplido con la condición fundamental para la oración que prevalece: una voluntad rendida, una vida entregada.
    Cuando adoptamos la voluntad de Dios como nuestra, es que Dios adopta nuestra voluntad como la suya. "Deléitate asimismo en Jehová, y Él te concederá las peticiones de tu corazón" (Salmo 37:4).
    Cristo dijo al Padre: "Siempre me oyes" (Juan 11:42). Pero ¿por qué? "Oh", tú dices, "porque es el Hijo unigénito". No es por eso, sino porque Jesús podía decir: "He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió" (Juan 6:38). Y de nuevo, "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió" (Juan 4:34). Y más aun, "He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad" (Hebreos 10:7).
    Una voluntad y una vida rendidas, es el gran secreto de la oración que prevalece. Jorge Müller, quizás, es un hombre que se destaca más que todo por llevar a cabo su obra por medio de la oración. ¿Por qué? Porque hace muchos años, determinó ser y hacer exactamente lo que Dios quería que fuera e hiciera, y meditaba hondamente cada día en la Palabra de Dios para conocer su voluntad. Se entregó a Dios. No hay ninguno de nosotros que no pueda hacerse un príncipe poderoso de Dios con tan sólo hacer lo mismo.


3. Una voluntad rendida trae consigo la plenitud de gozo
    Provoca que el corazón rebose de gozo. En la víspera de una prueba y de una agonía terribles por las cuales tenía que pasar, Cristo dijo a sus discípulos:
    "Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (Juan 15:10-11).
    Jesús había encontrado gozo al guardar los mandamientos de su Padre, a través de una entrega completa a su voluntad, y ahora, si los discípulos seguían adelante en esa senda, su gozo estaría en ellos, llenándolos hasta el borde. Esta es la única senda donde se encuentra el gozo rebosante —una entrega completa e incondicional a Dios. "Presentaos vosotros mismos a Dios" (Romanos 6: 13). No hay mucho gozo en una vida cristiana indiferente.
    Muchos de los llamados cristianos tienen suficiente religión, como para hacerlos miserables. Ya no disfrutan del mundo, pero todavía no han entrado en el gozo del Señor. Ya no tienen los puerros, las cebollas y los ajos de Egipto, y tampoco la leche, la miel y el trigo puro de Canaán. ¡Qué lugar tan lamentable para vivir! La salida es sencilla: una entrega absoluta a Dios. Entonces conocerán el gozo completo.
    He conocido a muchos que han llegado a experimentar esta plenitud de gozo y, algunas veces, después de un gran conflicto. Tenían tanto temor de entregarse por completo a Dios, tanto temor de decir: "Oh Dios, me pongo sin reserva en tus manos. Haz conmigo lo que quieras".
    Tenían temor de que Dios fuera a requerir algo difícil, temor de que Él les pudiera susurrar "China", "India", o "África", y a veces lo ha hecho; otras, ha requerido lo que al mundo le parecía un gran sacrificio, renunciar a ambiciones deseadas, renunciar a los seres queridos, o a mucho dinero, quizá todo que tenían. Pero la obediencia, siempre ha estado acompañado de gozo, mucho gozo, gozo rebosante.
    Recuerdo el caso donde una persona que sufría mucho, postrada en cama con la pierna quebrada, tenía tanto gozo rebosante que no podía hacer más que quedarse allí, la cara radiante, gritando "¡Gloria! ¡Gloria! ¡Gloria!"
    No hay sino una manera de encontrar esa plenitud de gozo: una vida rendida. Una voluntad y una vida completamente rendidas al Dios de amor, traerá el gozo ante cualquier circunstancia. Hace muchos años vivió alguien cuya vida estaba rendida así a Dios, y cuando lo condujeron a morir en la hoguera, la abrazó y gritó:
    ¡Bienvenida, cruz de Cristo! ¡Bienvenida, vida eterna!


4. Una voluntad rendida nos trae a Cristo a nosotros
    Como resultado de una vida rendida, Cristo se nos manifiesta. La noche que lo traicionaron, dijo a sus discípulos:
    "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él" (Juan 14:21).
    La entrega del ego a Cristo, lo trae a nosotros. Es verdad que la plena manifestación de Jesús acontecerá en aquel día venidero cuando "el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo..." (1 Tesalonicenses 4:16). Pero hay también una manifestación presente, cuando el Hijo y el Padre vienen y hacen morada con nosotros (Juan 14.23).
    Él se nos manifestará. —No lo entiendo— dirá alguien. ¿Te le has entregado? ¿Estás guardando sus mandamientos, en lugar de preguntar cuál es grande y cuál es pequeño, cuál es importante y cuál no lo es, tan sólo preguntando cuáles son suyos, y guardándolos? Siendo así, sabrás lo que significa que Él se manifieste, y éso es el gozo.
    Se nos dice en la Biblia: "Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor" (Juan 20:20). Tú te regocijarás cuando veas al Señor, y le verás cuando te acerques y digas: —Rindo mi vida completamente a ti; tú ahora manifiéstate a mí.


5. Una voluntad rendida abre camino para la plenitud del Espíritu Santo
    La vida y voluntad rendidas, es el gran secreto de recibir al Espíritu Santo. Pedro nos lo dice en Hechos 5:32: "...el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen".
    Todo se centra en la entrega. Podemos tratar con pecados individuales, y podemos clamar a Dios para ser llenos del Espíritu Santo, pero a menos que haya una entrega total a Dios en lo más íntimo del corazón, que nos demos nosotros mismos a Él, nada sucederá.
    Hay muchos que han anhelado, orado y agonizado para que el Espíritu Santo viniera sobre ellos; pero no vino, porque no se rindieron por completo, no habían entregado el ego a Dios.
    Y luego, se han entregado a Dios, inclinando la cabeza y diciendo: —Oh Dios, me rindo, me entrego por entero a ti. Me pongo en tus manos a tu disposición. No retengo nada, y no me refreno en nada de lo que ordenes—. Y mientras esperaban, el Espíritu Santo descendió sobre ellos.
    Quizá vino con grandes olas de poder y gozo, quizás en una calma apacible que penetraba todo el ser, quizás en "un silbo apacible y delicado" (1 Reyes 19:12) murmurando: "...si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho" (1 Juan 5:14-15).
    Pero sea cual fuera la manera de su llegada, Él vino. Y cuando vino, vino también el poder. El gran secreto del poder para vivir y servir a Dios, es el derramamiento del Espíritu Santo sobre nosotros (Hechos 1: 8). Y el gran secreto del derramamiento del Espíritu Santo sobre nosotros, es la voluntad rendida, la vida entregada al Señor. ¡Oh, cuán maravilloso, cuán bendito, cuán glorioso es el poder del Espíritu Santo!
    ¿Lo deseas, mi hermano? ¿Lo deseas, hermana mía? "...presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia" (Romanos 6:13). ¿Lo harás? ¿Lo harás ahora? ¿Te entregarás al Señor?
    ¡Oh, cuán tontos, cuán totalmente estúpidos, son aquellos que no se rinden, o que tienen temor de hacerlo! Si estás en esa situación, te estás privando de todo lo que hace que la vida valga la pena de vivirse, y éso hace que la eternidad nos sea más prometedora y excelente, llena de alegría, belleza y gloria. ¿Te rendirás hoy? 

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