Una vez oí contar al Reverendo Guillermo Arnot acerca del
perro de un amigo suyo. El animal entraba al comedor, cuando la familia estaba
sentada a la mesa, y se quedaba quieto, mirando a su amo. Si el amo le tiraba
algunas migajas de pan, el perro saltaba y las tomaba en el aire antes de que
tocaran el suelo. Pero si ponía un pedazo de carne en el piso, el perro la
miraba y no la tocaba, como si fuese algo demasiado bueno para él. -
Así son muchos cristianos - decía el señor Arnot-, están
satisfechos con comer migajas, cuando Dios quiere darles comida abundante.
Venid sin temor al trono de la gracia, y obtened la ayuda que precisáis. Hay
abundancia para todos.
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