En el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio. Romanos 2: 16
Esto sucederá a todos los hombres, de toda nación,
de toda edad, de todo rango, y de todo carácter. Por supuesto que el Juez
juzgará sus actos externos, pero podría decirse que estos actos iban delante de
ellos al juicio: sus actos secretos son especialmente mencionados porque estos
harán que el juicio sea más escudriñador.
Por "los secretos de los hombres" la
Escritura quiere decir aquellos crímenes secretos que se ocultan por su propia
infamia, que son demasiado viles para ser comentados, que causan un escalofrío
que recorre a toda una nación si fuesen arrastrados, como deberían serlo, a la
luz. La secretas ofensas serán llevadas a juicio; los hechos de la noche y del
aposento cerrado; los actos que requieren que se ponga el dedo sobre los
labios, y que sea jurada una conspiración de silencio; los pecados repugnantes
y desvergonzados que no deben ser mencionados nunca para que el hombre que los
cometió no sea vea excluido por sus semejantes como un proscrito, aborrecido
incluso por otros pecadores: todos estos serán revelados.
Todo lo que hubieren hecho, cada uno de ustedes, o
lo que están haciendo, si llevan el nombre de cristianos pero practican algún
pecado secreto, será manifiesto delante de la mirada universal. Si se sientan
aquí, en medio del pueblo de Dios, y, sin embargo, allí donde nadie los ve,
están viviendo en la deshonestidad, o en la infidelidad, o en la inmundicia,
todo será sabido, y la vergüenza y la confusión de rostro los cubrirán
eternamente. El desprecio será la herencia a la cual despertarán, cuando la
hipocresía ya no sea posible. No se engañen, Dios no puede ser burlado; Él
llevará a juicio los secretos de los hombres.
Nuestro texto se refiere especialmente a los
motivos ocultos de cada acción; pues un hombre podría hacer lo que es correcto
por un motivo equivocado, y así, el acto podría ser malo a los ojos de Dios,
aunque parezca recto a los ojos de los hombres.
¡Oh, consideren lo que será que sus motivos sean
todos sacados a luz, que se demuestre que ustedes eran piadosos por el interés
de una ganancia, que ustedes eran generosos por pura ostentación, o celosos por
amor a la alabanza, que ustedes eran cuidadosos de mantener en público una
reputación religiosa, pero que en todo momento todo fue hecho por el ego, y
sólo por el ego!
¡Qué fuerte será la luz que Dios arrojará sobre
nuestras vidas, cuando las cámaras más oscuras del deseo y de la motivación
humanos serán tan manifiestos como los actos públicos! ¡Qué revelación será
aquella que haga manifiestos todos los pensamientos, y las imaginaciones, y las
lascivias y los deseos! Todas las iras, y las envidias, y las soberbias y las
rebeliones del corazón: ¡qué revelación constituirán todas estas cosas!
Todos los deseos sensuales y las imaginaciones incluso
de los más controlados, ¡con qué suciedad se mostrarán! ¡Qué día será aquel,
cuando los secretos de los hombres sean expuestos a la plena luz del mediodía!
Dios también revelará secretos que lo eran incluso
para los propios pecadores, pues hay pecados en nosotros que no hemos visto
nunca, y hay iniquidad en nosotros que no hemos descubierto todavía.
Oh, amigos, si pensar en estas cosas no los lleva a
temblar, debería hacerlo. Siento la honda responsabilidad de predicar sobre
tales asuntos, y le pido a Dios que, por Su infinita misericordia, aplique
estas verdades a nuestros corazones, para que sean poderosas en nuestras vidas.
Estas verdades deberían sobrecogernos, pero me temo que las oímos con escaso
resultado; nos hemos familiarizado con ellas, y no penetran en nosotros como
debieran.
Hermanos, tenemos que tratar con un Dios omnisciente;
con un Ser que una vez que sabe algo nunca lo olvida; con un Ser ante quien
todas las cosas están siempre presentes; con un Ser que no ocultará nada por
miedo, o por favorecer a alguna persona; con un Ser que en breve mostrará el
esplendor de Su omnisciencia y la imparcialidad de Su justicia sobre todas las
vidas humanas. Que Dios nos ayude, doquiera que andemos y doquiera que
reposemos, a recordar que cada pensamiento, cada palabra, y cada acto de cada
momento, yace bajo esa fiera luz que alumbra todas las cosas desde el trono de
Dios.
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