POR WILLIAM
GURNALL
La carne en la que tanto te glorías está a un paso de la corrupción
inmunda. Tu alma redimida es la sal que te conserva, que evita que apestes.
¿Estás orgulloso de tu belleza? ¡Es vanidad de vanidades! ¿Cuánto tardará el
1tiempo en no hacer surcos en tu cara, o la enfermedad en cambiarte la piel
hasta que tus amantes no quieran mirarte siquiera?
¿Te jactas de tu
fuerza? Tu brazo es carne que se atrofia cuando lo extiendes. Pronto la sangre
caliente se helará en tus venas. El tuétano se te secará en los huesos, se
encogerán tus tendones, y tus piernas se encorvarán bajo el peso de débil
cuerpo.
Tal vez sea la
inteligencia lo que más aprecias: la misma tumba que cubra tu cuerpo enterrará
toda la sabiduría de tu carne. Tus buenas ideas acabarán en nada. Solo aquellos
pensamientos que sean emanaciones santas del alma tendrán sentido más allá de
la tumba.
Tal vez no esperas
que te sostengan tu belleza, tu fuerza o tu sabiduría; puede que tengas la
esperanza puesta en tu rango y alcurnia. Seas quien seas, eres un plebeyo hasta
que nazcas de nuevo. La sangre que corre por tus venas es la misma que nazcas
de nuevo. La sangre que corre por tus venas es la misma que la del mendigo
callejero. Entramos y salimos del mundo todos iguales; así como nadie está
hecho de una tierra más fina, tampoco se desintegra para formar un polvo más
noble.
Siendo así la
composición de toda carne, ¿por qué confiar en ningún hombre? No confíes en los
príncipes: no pueden mantener su propia corona en la cabeza, ni la cabeza sobre
los hombros. Tampoco confíes en los sabios, cuyas ideas tan a menudo se les
vuelven en contra. La sabiduría carnal puede predecir lo que uiera, pero Dios
es el que hace girar la rueda y saca adelante Su providencia. Tampoco te fíes
excesivamente de los dirigentes espirituales: también son humanos, y no
infalibles. El error de un cristiano te puede hacer errar, y aunque él se
arrepienta, puede que tú sigas adelante y te pierdas. No te fíes de ningún
nombre: ni siquiera de ti mismo. Proverbios 28: 26 dice: “El que confía en su
propio corazón es necio”.
Fragmento tomado del libro “El cristiano con toda
la armadura” de William Gurnall
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