En lo atareado de nuestra vida cotidiana, es muy fácil olvidar al solitario y al necesitado, al débil y al enfermizo. Damos prioridad a otros asuntos, y a aquellas formas del servicio que son más públicas y llamativas. Pero si deseamos que nuestra religión sea pura y sin mácula, no debemos descuidar a los huérfanos ni a las viudas. Tampoco debemos olvidar a los ancianos, los inválidos y los recluidos. El Señor se interesa especialmente en aquellos que necesitan ayuda, y hay una recompensa especial para los que se disponen a suplir esta necesidad.
William MacDonald
En lo atareado de nuestra vida cotidiana, es muy fácil olvidar al solitario y al necesitado, al débil y al enfermizo. Damos prioridad a otros asuntos, y a aquellas formas del servicio que son más públicas y llamativas. Pero si deseamos que nuestra religión sea pura y sin mácula, no debemos descuidar a los huérfanos ni a las viudas. Tampoco debemos olvidar a los ancianos, los inválidos y los recluidos. El Señor se interesa especialmente en aquellos que necesitan ayuda, y hay una recompensa especial para los que se disponen a suplir esta necesidad.
William MacDonald
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