¿ERA SU FE LO SUFICIENTEMENTE PROFUNDA PARA ALCANZAR AGUA?



Un pozo maravilloso

Los residentes de Meadville, Pennsylvania, se refieren a 1991 como «el año de la sequía.» Pero como Lorraine Probst (72) diría, las circunstancias difíciles le brindan a Dios más oportunidades de obrar.

Cuando los Probst se mudaron a su casa en 1974, pronto averiguaron que estaban en «el lado seco» de la Ruta 322, a cuatro millas de Meadville. Los vecinos a su lado del camino tenían que conducir agua por tuberías desde las vertientes del otro lado. Antes de que su marido muriera en 1984, él había excavado una superficie para mantener agua en su parcela. Un tanque colector de 4.500 litros puesto bajo tierra era alimentado por aguas subterráneas provenientes de una colina al otro lado del camino. El agua, llevada por cañerías, era controlada por una bomba en el sótano de la casa.

Cuando quedó sola, Lorraine verificaba regularmente el nivel de agua sumergiendo una varilla en el tanque. Siempre había una buena provisión. Es decir, hasta agosto de 1991.

Estaba caluroso y seco. La primera indicación de que el suministro de agua estaba menguando fue un descenso dramático en la presión. Pensando que quizá era la bomba, ella decidió verificar el tanque del almacenamiento. ¡El nivel de agua estaba a menos de treinta centímetros! ¡El tanque estaba casi seco!

Junto con otros vecinos que enfrentaban el mismo problema, Lorraine empezó a racionar su suministro de agua. Luego, cuando el tanque se secó por completo, ella empezó a manejar 6 Km. cada dos días hasta su iglesia para llenar tres o cuatro cubos de agua en una llave del local. La iglesia no tenía el problema de agua que muchos miembros estaban experimentando. Además, un doctor amigo ayudó a Lorraine con barriles de agua de una vertiente que siguió fluyendo en la propiedad de él durante la sequía.

Durante un mes, Lorraine arrastró el agua. Pero estaba poniéndose más débil físicamente. Con problemas en su columna, alzar los cubos de agua era insoportable. Desesperada, clamó a Dios durante tres duras semanas.

No orar por lluvia

Lorraine no estaba segura que la lluvia fuese la respuesta a sus problemas. ¿Cuánta lluvia sería necesaria para llenar el tanque colector alimentado por las vertientes? ¿Y cuánto tiempo duraría? por lo tanto, sus oraciones fueron simplemente por agua, y por sabiduría para determinar cómo obtenerla. 

«Tiene que ser agua de aquí, oh Dios», clamaba Lorraine sola en casa y en las reuniones de oración. «Tú sabes que necesito agua. Por favor, muéstrame lo que debo hacer».

Lorraine sintió que Dios le decía que excavara un nuevo pozo. El sentido común le decía lo contrario. Un estudio geológico que su esposo contrató, había confirmado que su casa, junto con las de otros cinco vecinos dentro de una milla, estaba asentada en una barra de arena. No había posibilidad de existencia de agua allí. Una compañía constructora en los alrededores había gastado 2,500 dólares sin obtener resultados.

Pero Lorraine nunca dudó de sus instrucciones. Llamó por teléfono a un buen taladrador. Él vino, pero sus palabras fueron desalentadoras: «Usted sabe que a su marido se le informó que no hay absolutamente ninguna indicación de agua aquí. Eso está comprobado».

Cuando él salió, Lorraine llamó a su hijo mayor, Dennis, misionero en Japón. «Tú sabes lo que el geólogo dijo a tu papá. Nosotros sabemos lo que dicen los perforadores. Pero todavía siento que Dios quiere que yo taladre».

Sabiendo cómo Dios siempre proveyó y también seguro de la fe profunda de su madre, Dennis la animó: «Si Dios en verdad está diciéndole eso, yo obedecería a Dios».

Así que Lorraine siguió orando. Sus amigos en la iglesia oraron; los niños en la escuela bíblica de vacaciones oraron.

Aceptando un gran riesgo

«Quiero que usted prosiga», dijo Lorraine al taladrador. «Quiero intentarlo. Confío en que el Señor me dará agua».

Cuando el técnico regresó, él indicó una ubicación para el pozo. Lorraine señaló que estaba muy cerca de la fosa séptica. Finalmente, él encontró un punto en un rincón del patio trasero.

La noche antes de traer el equipo, el hombre dijo a Lorraine, «usted tiene la oportunidad de decir no. Realmente pienso que sería sabio, porque hay un historial documentado sobre la inexistencia de agua en este lado de la carretera». Pero Lorraine fue firme. «No, ya estoy decidida».

La próxima tarde, él instaló el equipo. Pero insistió una vez más: «Si usted cambia de parecer, sacamos el equipo de aquí y no le costará nada. ¡Odio verla hacer esto! usted se defraudará, pero igual tendré que cobrarle». «Cuanto más tiempo pasa», lo tranquilizó Lorraine, «más creo que Dios va a bendecirme, y usted va a ser el instrumento para conseguirlo».

A la mañana siguiente, llegó el taladrador. Aún insistió: «Mire, todavía tiene usted una oportunidad para decir no. Salvará por lo menos 1,500 dólares, o quizá más». «¡Empecemos!», fue la respuesta de Lorraine.

«100 pies y nada más»

El equipo empezó a perforar. Lorraine se dedicó a las labores de su casa. Pasadas unas horas, quiso salir para verificar el progreso. Los vecinos se habían reunido, expectantes, desde que corrió la voz sobre la arriesgada decisión de la viuda. Considerando los intentos del pasado por encontrar agua, Lorraine posiblemente estaba tirando alocadamente su dinero. Ella salió de la casa y preguntó: «¿Qué profundidad lleva?»

El taladrador dijo a Lorraine: «77 pies, y no hay ninguna señal de agua. Seguiremos hasta 100 pies (Aprox. 33 metros). Ahí voy a detener el trabajo».

Ella regresó a casa y oró: «Señor, tal vez entendí el mal el mensaje. Pero realmente creo que tú quieres hacerme un bien. Ese hombre dijo que no iría más abajo de 100 pies. ¿Debo insistir para que excave más profundo?»

Minutos después, Lorraine salió al patio. El taladrador sostenía algo en sus manos: ¡Arena gruesa y agua barrosa! «¡Señora, usted tiene su pozo!». ¡en el tiempo que Lorraine estuvo en la casa, a los 77 pies, el agua brotó! «¡Éste es un pozo maravilloso!», dijo él agitadamente. «Hay bastante agua para todo el vecindario. Puede regar su césped, hacer lo que quiera. ¡Usted es rica en agua!»

El bombeo continuó a 90 litros por minuto, filtrándose toda la suciedad, hasta que corrió el agua dulce y limpia. Puesto que los niños estaban en la Escuela Bíblica de vacaciones, Lorraine supo de inmediato dónde enviar la primera ofrenda de agua. Todos se regocijaron con la mujer que oró por agua.

Días después, una vecina preguntó a Lorraine si ella también podría taladrar por agua. La contestación de Lorraine fue: «¡Dios la ama igual, y hará lo mismo!» La mujer contrató al mismo técnico y el agua también emergió. Lo mismo sucedió a otro vecino.

«Yo imagino que el agua estuvo allí todo el tiempo», dijo Lorraine, «pero Dios quiso mostrar su poder al taladrador y al mismo tiempo aumentar mi fe. Estoy segura que aquel día en mi patio es algo que él nunca olvidará. Esto refuerza en mí la promesa de Dios en Hebreos 13:5: «Nunca te dejaré, jamás te abandonaré».

Copyright © 1997, by Edna Johnson.

Christianity Today International/Christian Reader magazine.


 

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