OIR SIN OBEDECER

 


Ha sido el testimonio unánime de las grandes almas cristianas que mientras más se acercaban a Dios, más aguda era su conciencia de pecado y más profundo su sentido personal

de indignidad. Las almas puras, nunca supieron cuán puras eran y los grandes santos, nunca se creyeron grandes. El solo hecho de pensar que eran buenos o grandes, lo rechazaron como una tentación del enemigo. 

Ellos fueron absorbidos de tal manera por la contemplación del rostro de Dios, que apenas tuvieron tiempo para verse a sí mismos. Fueron envueltos en una dulce paradoja de conocimiento espiritual, donde sabían que habían sido lavados con la sangre del cordero, pero aun sentían solamente

merecer la muerte y el infierno como justa recompensa. Este sentimiento, se palpa vigorosamente en los escritos de Pablo; se encuentra en casi todos los libros devocionales, y entre los más hermosos y amados himnos congregacionales.

La calidad del cristianismo evangélico puede ser aumentada grandemente, si el presente e inusitado interés religioso radica en no dejar la iglesia en peores condiciones de como estaba antes que el fenómeno emergiera. Si escuchamos, creo que oiremos al Señor decimos lo que en cierta ocasión dijo a Josué: Levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.

O escucharemos al escritor de los hebreos diciendo Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina cristiana, vamos adelante a la perfección. y seguramente escucharemos a Pablo exhortándonos a "ser llenos con el Espíritu". Si estamos lo suficiente alertas para escuchar la voz de Dios, no debemos sentimos satisfechos con simplemente creerlo así. ¿Cómo puede cualquier hombre creer un mandamiento? Los mandamientos se obedecen, y mientras no los obedezcamos, no habremos hecho nada con respecto a ellos. Haberlos oído y no obedecerlos es peor, que si nunca los hubiéramos escuchado, especialmente a la luz del pronto retomo de Cristo y la inminencia del juicio final.

por A.W. Tozer

Comentarios