«Vuestras dotes de predicadores no se mejoran; son lo mismo que eran hace siete años; poseéis la vida, pero no la profundidad; hay en vuestra predicación alguna monotonía; no hay amplitud de pensamiento.
Solamente la lectura diaria puede remediar esto, combinada con la meditación y la oración. Os causáis grave perjuicio al omitir tales cosas. Sin ellas nunca llegaréis a ser un predicador profundo, ni siquiera un cristiano completo. ¡Oh, comenzad!
Fijad horas determinadas de cada día para entregaros a ejercicios especiales. Podréis adquirir el gusto de que ahora carecéis: lo que al principio es tedioso, será después agradable».
Carta de Wesley a uno de sus predicadores asociados.
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