«La figura de la labranza espiritual sugiere muchas lecciones para los ministros verdaderos de Cristo.
Primero, el terreno ha de ser preparado. Ningún agricultor sabio sembrará su semilla sobre la roca o tierra dura; así, ningún obrero sabio siembra la Palabra descuidadamente, sino velando y orando cultivará el terreno y esperará el tiempo oportuno para sembrar la semilla.
En segundo lugar, se necesita buena semilla. Todo nuestro trabajo de cultivo y riego será inútil sin la Palabra de verdad. No podemos ganar almas para Cristo por medio de lisonjas, o por la fuerza, o por el hipnotismo, como algunos afirman.
El obrero sabio siempre siembra la verdad que salva por fe en el único Salvador, en su sangre y en su justicia.
Después, hay que regar la siembra. Puede ser que la semilla no germine luego, y hemos de regarla con lágrimas y oraciones antes de que veamos resultados. El agricultor no ha de olvidar el trasplante.
Necesitamos ser guiados adelante a una vida más profunda, al bautismo del Espíritu Santo. El ministro verdadero de Cristo siempre desea ver su siembra producir fruto a su tiempo, y reproduciendo asimismo su semilla y fruto en otros.
Si nosotros somos aptos para ganar almas para Cristo, así también serán nuestros hijos.
¡Que Dios nos haga fieles labradores y nos dé una cosecha gloriosa de lo que sembramos!
La iglesia Apostólica.
Por A.B.Simpson
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