SEMBLANZA DE WILLIS COLLINS HOOVER



Willis Collins Hoover Kurt nació en Freeport, Illinois, EEUU el 20 de julio de 1858 y falleció en Valparaíso, Chile el 27 de mayo de 1936.
Fue un misionero y pastor metodista estadounidense, fundador  de la iglesia metodista pentecostal de Chile y del movimiento pentecostal chileno.
 Fue uno de los siete hijos de David Hoover y Rebeca Kurt, miembros activos de la Iglesia Metodista Episcopal y pertenecientes a la línea más conservadora, representada por el movimiento de la santidad.
Su padre, Daniel, era “un hombre de convicciones religiosas profundas… Su fe y su religión eran ásperas, sin tolerancia hacia lo malo lo cual le había [otorgado] gran respeto y admiración”. Su madre, Rebeca, se consideraba “una mujer bondadosa y caritativa, amada por cuantos la conocieron. Miembro fiel y devoto de la Iglesia Metodista Episcopal por muchos años. Encontró tiempo para asociarse con la sociedad misionera de su iglesia, a la vez de ser miembro de la W.C.T.U. [Unión cristiana de mujeres para la temperancia o abstinencia de bebidas alcohólicas]”. Todo lo cual nos permite reconstruir e imaginar el ambiente familiar que acogió a este pequeño gringuito, rubio y de ojos azules, que sería grande en el Señor.
 Su familia pertenecía a la clase media alta, su padre había logrado acumular una pequeña fortuna al lanzar al mercado el jabón “German”, que después de la guerra civil norteamericana llegó a ser muy popular en el oeste.
Durante la guerra de la secesión Willis vivió con su madre y hermanos junto a sus abuelos, debido a que su padre fue llamado a servir al ejército; pero lo que podría haber causado algún trastorno de personalidad no afectó su crecimiento y desarrollo. Desde pequeño fue un ávido lector de literatura cristiana, confeccionando con sus manos un libro en donde coleccionaba testimonios y recortes.
Siempre fue el mejor alumno de su curso y esto le permitió que ingresara a estudiar medicina en Chicago. Fue diplomado graduándose en 1884 y se dedicó por los siguientes años a ejercer su profesión en Oak Park, Illinois, sintiendo el llamado a servir en el campo misionero sudamericano. Se comprometió con el Señor para ir tan pronto como pagara sus deudas y encontrara esposa.
Ingresó a una escuela de preparación para misioneros y el 27 de diciembre de 1887 y se casó a los 29 años con Mary Ann Louise Hilton.
Inspirado por la labor misionera del escocés David Livingstone en África, se ofreció como misionero del obispo metodista William Taylor.
En 1889 fue enviado a Chile, adonde viajó con su esposa, quien ya esperaba a su primera hija. Arribaron al puerto de Iquique la segunda quincena de octubre y en diciembre vio la luz la primogénita, Helen. En 1890 reemplazaron a los esposos Gilliland como maestros en el colegio inglés Iquique English College, dependiente de la iglesia metodista. asumiendo Mr. Hoover la dirección del establecimiento educacional, fue nombrado rector y nombrado pastor de la Iglesia metodista de Iquique.
También, Willis fue puesto a cargo de la predicación en castellano, prosperando la obra metodista.
El protestantismo en Chile, en el tiempo en que llegó Hoover no llegaba más allá del 1% y la mayoría de quienes lo profesaban eran extranjeros que traían sus Iglesias.
Con el tiempo, en 1892, se presentó la oportunidad de comprar y trasladar al colegio a una propiedad más grande, siendo de gran gozo, pues habían experimentado duras pruebas al haber sido testigos de la guerra civil de 1891 y al haber sufrido la pérdida de Arthur, su segundo hijito.
En 1893 Hoover cedió el cargo de director a Winans, para dedicarse por completo a la evangelización. La congregación aumentó para sumar doscientos hermanos y hermanas en junio de 1894 y el matrimonio fue bendecido con la presencia de la pequeña Rebecca. En octubre del mismo año, de improviso la fiebre tifoidea atacó a la familia y se vieron forzados a regresar a los Estados Unidos. La iglesia quedó a cargo de Alberto Vidaurre.
A su regreso, en 1896, la congregación había sido dividida y dispersada por su reemplazante y tuvo que ser reorganizada. Mas Dios no les desamparó y nuevamente comenzó a traer a los necesitados. Ese año Mr. Hoover fue nombrado Presbítero Presidente del Distrito de Iquique, cargo que ejerció hasta 1901.
La iglesia se reunía en una carpa en un terreno arrendado, debido a esto se comenzaron a recolectar fondos y el sábado 19 de octubre de 1901 se realizó la colocación de la primera piedra. El sitio para la edificación se ubicaba en el centro de la ciudad en calle Amunátegui y durante cuatro meses se construyó, consagrándose el nuevo templo el 2 de febrero de 1902 con la presencia del Obispo McCabe y quinientos asistentes.
El domingo 16 de marzo el pastor y su esposa se despidieron de la iglesia en Iquique. Lágrimas rodaron por las mejillas y abrazos expresaron el cariño, la familia Hoover era trasladada a Valparaíso, dejando una congregación establecida. El viernes 21 los hermanos y hermanas despidieron a sus amados en el muelle; habían llegado dos y cinco decían adiós, Ernest tenía dos años.
El viernes 28 de marzo la congregación porteña recibió a los Hoover, algunos fueron al muelle para después dirigirse a la habitación donde se esperaba al pastor y familia. El pastor Hoover fue nombrado Presbítero Presidente para el distrito de Valparaíso en 1902. Ese mismo año visitó por primera vez Punta Arenas y apoyó la labor desarrollada por Tiburcio Rojas, quien en 1898 junto a otras 15 personas se había trasladado desde Iquique a Magallanes. Año de bendición pues en Valparaíso Dios movió a los hermanos y las hermanas, teniendo un avivamiento.
En 1903 Mr. Hoover mantuvo los cargos que desempeñaba y se preparó para nuevamente viajar a Punta Arenas durante el verano de 1904. El segundo semestre de ese año, la familia Hoover visitó los Estado Unidos y dejaron a Helen y Rebecca con los parientes para que se educaran. Regresaron en noviembre a Valparaíso en medio de gran alegría, para nuevamente visitar Punta Arenas y supervisar la compra de una propiedad y edificación de casa pastoral y sala de reunión.
Durante 1904 y 1905 Hoover ocupó la presidencia del distrito de Santiago. Fue en este último año que tuvieron que soportar la peste de la viruela en Valparaíso, pero esto no impidió el viaje de noviembre a Punta Arenas.
En 1906 y 1907 estuvo a cargo del Distrito Central, período que también manifestó sus dificultades.
Un gran terremoto e incendio afectó en 1906 a Valparaíso, destruyendo gran parte de la ciudad y los bienes de la iglesia. De los Estados Unidos se recibió una carpa que sirvió de templo en 1907. En el año 1908 fue decretado que los Presbíteros Presidentes serían llamados Superintendentes de Distrito. Mr. Hoover continuó al frente del Distrito Central hasta 1909, año en que se gestó el avivamiento. En este período se edificó el templo de calle Olivar en Valparaíso.
Luego de este hecho, los miembros de la iglesia salieron a predicar a las calles, siendo detenidos por la policía, debido a la entonces ausencia de libertad de culto.
Los dirigentes de la Iglesia Metodista Episcopal no estaban de acuerdo con estas manifestaciones, por lo que Hoover decidió separarse de ella, Hoover declaró que no se separaba del metodismo ni de las enseñanzas de John Wesley.
En 1910 Hoover había sido relevado de sus cargos por la Conferencia, debido a su conexión con el avivamiento. Esto desencadenó el más cruel hostigamiento y finalizó con la formación de la Iglesia Pentecostal, naciendo la iglesia metodista pentecostal de Chile de tipo Pentecostal. de la cual el pastor Hoover fue Superintendente.
Los primeros años de vida de la nueva iglesia fueron difíciles porque los medios económicos no daban abasto, pero Dios les proveyó. Como fundador y Superintendente constantemente estaba de viaje por las distintas ciudades y pueblos, organizando iglesias y juntas de oficiales, suministrando la Santa Cena.
A fines 1911 asistió a reuniones y convenciones pentecostales en los Estados Unidos para regresar a principio de 1912.
Al año siguiente regresó su esposa para volver a Chile con Helen. En 1917 asumió la redacción de la revista Chile Pentecostal y prosiguió con sus visitas a las congregaciones. Cada año era mínimo un recorrido por las iglesias. Al año siguiente compraron la propiedad de Retamo, Valparaíso, con dinero enviado por los Hoover, y remodelaron la bodega existente para acondicionar una gran sala de culto.
En 1920 su salud junto con la de Mrs. Hoover fue quebrantada y tuvieron que regresar a los Estado Unidos, él para ser operado y ella para morir. En Chile Víctor Pavez quedaba como Superintendente Interino. Al volver en 1921 a Valparaíso, lo hizo solo pues su amada esposa yacía en los brazos del Señor. Siguió adelante y no miró atrás, continuó con su labor evangelizadora, no tan solamente en Valparaíso, sino que también en el resto del país. En 1923 recibió a su hija Helen, que había enviudado, con sus cinco hijos en su hogar. Crió a sus nietos y fue como un padre para ellos.
En 1927 inició un estudio bíblico para misioneros en su hogar, para posteriormente en 1930 enviar los primeros predicadores a Argentina.
En el año 1929 junto con Elías López visitó Perú y el norte de Chile. En aquella gira Dios le sanó y recuperó su memoria, que había estado fallando. Además, edificó el templo del Cerro Larraín, Valparaíso, con capacidad para 500 personas, con su propio dinero.
Pero como Satanás no se duerme, levantó una gran tempestad y los años 1932 y 1933 fueron de gran dolor para Hoover. Fue calumniado y despreciado injustamente, viendo con sus propios ojos como aquellos que estaban con él le aborrecían y se apartaban, la iglesia se dividía. Él continuó al frente de la dirección de los fieles y falleció la madrugada del 27 de Mayo de 1936. Sus funerales fueron muy concurridos, pese a las inclemencias del tiempo más de dos mil personas le despidieron, delegaciones de todo Chile e iglesias hermanas le acompañaron al Cementerio de Valparaíso.
 
Willis Hoover fue amado y querido en gran manera por su congregación e iglesia. Aunque no era de grandes expresiones en sus sermones, estos cautivaban a la audiencia. Aprendió el castellano y logró internalizarlo, pero su acento extranjero no lo abandonó jamás.
Afable y cariñoso, no hacía distinción entre los hermanos y las hermanas, ayudándoles en todo cuanto le era posible. Hasta la actualidad sigue presente en la memoria de su iglesia, traspasando las generaciones. Era amante de la música y gustaba del canto, estando su deleite en escuchar el testimonio de la obra de Dios en los corazones de los creyentes.
Consideraba que el cristiano debía gozar de una vida integral, por lo mismo educó a su congregación en todo ámbito: economía doméstica, salud, presentación personal, higiene y buenas costumbres, expresión oral, etc.
 Su máxima era “para toda cosa que sea preciso hacer, hay una manera perfecta de hacerla”.
Supo estar a la altura de sus hermanos y hermanas, escuchando sus ideas y propuestas. Comprendía él la tolerancia, virtud un tanto inusual, como pocos la han comprendido hasta hoy. Pero en cuestiones de moral y ética cristiana fue inflexible, sus raíces wesleyanas nunca se perdieron y fueron traspasadas a su congregación. Era muy bíblico y espiritual. Cuando su vida era tocada por el poder de Dios, alababa al Señor en inglés y escapaban de sus labios expresiones de loor: ¡My Jesus, my Lord!
Nunca dejó sus contactos en el extranjero, sino que los cultivó por medio de cartas. Nadie que acudía a él por consejo, salía defraudado, más bien fortalecido. Se daba el tiempo para resolver las dudas e inquietudes de sus hermanos cercanos y lejanos, en visitas y escritos.
Por medio de la revista adoctrinó a su iglesia y su obra echó las bases del pentecostalismo. Su consejo sigue resonando en nuestras vidas: “que la Iglesia Evangélica Pentecostal debe vivir hoy y siempre conforme al molde inamovible y eterno de las Escrituras, sin que haya en nuestras vidas y en nuestro ministerio otro Evangelio distinto del que Jesús predicó y rubricó con su sangre en el madero de  la cruz”.
 
Tomado de  https://historiaycontingenciaiep.cl/
https://es.wikipedia.org

 

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