Será mejor que te lo diga ya. Soy un hombre lleno de enojo y amargura.” Los ojos negros de Lorenzo destellaban en la luz, y todo su cuerpo se mostraba tenso mientras se inclinaba sobre la puerta para marcharse. Por más de una hora había estado hablando con Lorenzo de su matrimonio inestable. De hecho, en repetidas ocasiones me había reunido con Lorenzo y su esposa. Por un tiempo hubo algún progreso, pero su situación había empeorado nuevamente. Lorenzo desesperadamente quería salvar su matrimonio, pero se sentía herido y frustrado. Aunque tal vez sin intención, con su dolor y frustración hacía más grande el daño.
Tal como escribió el apóstol Santiago: “La ira del hombre no
obra la justicia de Dios” (Santiago 1:20).
Son muchas las heridas físicas, emocionales y espirituales
que confirman dolorosamente la verdad de esta escritura bíblica. El enojo mata
a las personas, convierte a los hijos en rebeldes, desintegra a las familias y
divide a las iglesias.
Nadie duda del poder destructivo del enojo. Todos pudiéramos
contar “historias de enojo”. Historias de experiencias propias o de las de
otros, cómicas o dolorosas, pero de acciones cometidas con enojo, y del daño
que han causado.
Hoy día existen muchos seminarios, libros, terapeutas y
programas para controlar el enojo. Pero las soluciones que nos ofrecen son tan
variadas como los programas. El hecho que exista una variedad tan amplia de
soluciones para este problema humano debe ser una fuerte indicación de que se
necesita algo más que “personas expertas” para tratarlo de forma adecuada.
La Palabra de Dios no ignora el problema del enojo. De una
forma u otra, existen referencias a este tema en prácticamente todos los libros
de la Biblia.
¿Por qué se enoja la gente?
Muchas veces nos preguntamos el “porqué” de las cosas. En
algunas ocasiones cuando nos hacemos este tipo de preguntas, es solamente un
intento de evadir la responsabilidad o desafiar a la autoridad. Pero en este
caso nos preguntaremos “¿por qué?” para entender mejor el enojo y poder así
tratarlo.
1. La persona se enoja cuando no logra lo que desea
El rey Acab deseaba la viña de Nabot. Pero cuando Nabot
rehusó cambiar o vender su viña, Acab se marchó para su casa “triste y enojado.
. . Y se acostó en su cama, y volvió su rostro, y no comió” (1 Reyes 21:4). A
menudo vemos este comportamiento en los niños. Cuando alguien interfiere con su
voluntad, los niños estallan en un arrebato de furia. Desgraciadamente, como
podemos ver en este caso, este problema no se limita únicamente a los niños. No
importa qué edad o qué posición tengamos, al no lograr lo que deseamos, nuestra
reacción humana es enojarnos.
2. La persona se enoja cuando las cosas parecen estar
fuera de control
Mientras más control perdía el rey Saúl sobre David, menos
podía controlar su enojo. Cuando David fue alabado, el egoísmo del rey Saúl se
sacudió como un terremoto. Mientras más fracasaba Saúl en sus intentos por
eliminar a David, más frustrado y enojado se sentía (1 Samuel 18–24).
Quizá muchos de nosotros no nos identificaríamos con Saúl
por ser el malo de la película. Quizá todos nos identificaríamos con David. Sin
embargo, detrás de nuestras máscaras nos parecemos más a Saúl de lo que
quisiéramos admitir.
Cuando alguien hace algo que amenaza nuestra seguridad o
hiere nuestro orgullo, nuestros esfuerzos por contrarrestar a esa persona sólo
logran que nos sintamos aún más inseguros y heridos.
La frustración de tener que vivir con algo o alguien que no
podemos cambiar, nos carcome por dentro como un cáncer. Como el caso de la
esposa que está atrapada de por vida en un matrimonio con un hombre indiferente
hacia ella. O el del pastor que busca desesperadamente que en su congregación
reine la paz, pero algunos perturbadores no quieren cooperar.
3. La persona se enoja para lograr el control sobre algo
o alguien
Esta parte viene a ser una extensión de la razón anterior.
Saúl, así como muchos de nosotros, aprendió que el enojo hace que otras personas
cedan o se sometan. Aun puede hacer que otros corran a complacer nuestros
deseos. Un grito estruendoso, un golpe en la mesa, o una mirada furiosa hacen
que otras personas salten y tengan temor. El enojo controla. En vez de
enfrentarse con la persona enojada, la mayoría prefiere ceder. Irónicamente, el
resultado para la persona enojada será más inseguridad. Generalmente, el
control que se logra por medio del enojo funciona solamente mientras el que
controla está presente. Nadie admira a la persona que controla a los demás por
medio de la intimidación. Pero el enojo, al igual que muchas otras reacciones
emocionales, no considera el futuro. Se concentra en la situación presente.
4. La persona se enoja en reacción a una ofensa o un
maltrato
Cuando el rey David y sus hombres fueron rechazados por
Nabal, David se “ciñó su espada” y salió para destruir a Nabal y a “toda su
casa”.
La reacción de David es algo común. Al experimentar un dolor
agudo y repentino, ya sea físico o emocional, fácilmente estallamos en
maldiciones y en una furia enloquecida. Poco a poco también puede acumularse un
enojo vengativo a través de años de maltrato. Y una vez que se abre la herida,
la persona puede volverse irritable en extremo. De manera que el menor
maltrato, sea con palabras o acciones aun sin la intención de ofender, puede
desatar un arrebato de enojo.
5. La persona se enoja cuando su orgullo es herido
La Biblia nos cuenta que en una ocasión el rey Asa enfrentó
una multitud de etíopes que invadieron a Judá. Los invasores excedían en número
a los israelitas a dos por uno. Asa buscó el rostro del Señor de una manera
humilde y ferviente. Dios no sólo le dio una victoria tremenda, sino que
también trajo un gran avivamiento entre el pueblo. Muchos vinieron de las
tribus de Israel para unirse con él al ver “que Jehová su Dios estaba con él”
(2 Crónicas 15:9). Después de esto, quizás en represalia por su caída política,
el rey Baasa, de las tribus de Israel, vino contra Asa. Entonces Asa le ofreció
oro y plata a Benadad, rey de Siria, para que rompiera su alianza con Baasa y
se uniera a él. El plan funcionó. Pero Hanani, profeta de Dios, reprendió al
rey Asa por haberse apoyado en un rey pagano y no en Jehová.
¿Cuál fue la reacción de Asa? “Entonces se enojó Asa contra
el vidente y lo echó en la cárcel, porque se encolerizó grandemente a causa de
esto. Y oprimió Asa en aquel tiempo a algunos del pueblo” (2 Crónicas 16:10).
Anteriormente, Asa instaba al pueblo a que buscara el rostro
de Dios. Pero ahora se había enfurecido contra un hombre de Dios. ¿Cómo pudo
cambiar de parecer tan pronto? La razón fue que su orgullo fue herido. El hecho
de que el orgullo de Asa estaba fundado sobre su éxito espiritual, hizo que las
palabras de Hanani resultaran aún más dolorosas.
A causa del orgullo herido un pastor es capaz de responder
con enojo ante una crítica justa. También un padre pudiera enfurecerse contra
su hijo porque le hizo ver su error. El orgullo herido es doloroso.
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