«La luz es el semblante del Eterno», cantó el sol poniente.
«Yo soy el borde de su manto», respondió el rubor del alba.
Las nubes se reunieron y dijeron: «Nosotras somos su tienda nocturna.»
Y las aguas en las nubes, y las roncas voces de los truenos se unieron al gran coro:
«La voz del Eterno está sobre las aguas, el Dios de gloria tronó en los cielos, el Señor está sobre las muchas aguas.»
«Él vuela sobre mis alas», susurró el viento; y la suave brisa añadió: «Yo soy el aliento de Dios, las aspiraciones de su presencia benigna.»
«Nosotros oímos los cánticos de alabanza», dijo la tierra reseca; «todo alrededor es alabanza; yo sola estoy triste y silenciosa». Entonces el rocío, al descender, replicó: «No. Yo te nutro, para que seas renovada y te regocijes, y tus hijos puedan florecer como la rosa.»
«Brotamos gozosamente», cantaron los prados refrescados; las espigas de trigo se menearon y dijeron: «Nosotras somos la bendición de Dios, los ejércitos de Dios contra el hambre.»
«Él apaga mi sed», dijo la gacela; «y me renueva», añadió el ciervo; «y concede nuestro alimento», dijeron los animales de la selva; «y viste a mis corderos», dijo agradecida la oveja.
«Él me escucha», graznó el cuervo, «cuando me siento abandonado y solo»; «El me escucha», dijo la cabra salvaje de las rocas, «cuando llega mi tiempo y vienen mis crías».
«Él me escucha», graznó el cuervo, «cuando me siento abandonado y solo»; «El me escucha», dijo la cabra salvaje de las rocas, «cuando llega mi tiempo y vienen mis crías».
Y la tórtola y la golondrina y los demás pájaros se unieron al canto: «Nosotras hacemos nuestros nidos, y nuestras casas, y habitamos sobre el altar del Señor, y dormimos bajo la sombra dé sus alas en tranquilidad y paz.»
«Y paz», replicó la noche, y un eco prolongó el sonido cuando el anunciador de la mañana cantó con gozo: «¡Abrid los portales, ensanchad los portales del mundo!
«Y paz», replicó la noche, y un eco prolongó el sonido cuando el anunciador de la mañana cantó con gozo: «¡Abrid los portales, ensanchad los portales del mundo!
El Rey de gloria se acerca. ¡Despertad! ¡Despertad, hijos de los hombres; dad alabanza y gracias al Señor, porque el Rey de gloria se acerca! »
El sol se levantó y David despertó de su trance melódico.
El sol se levantó y David despertó de su trance melódico.
Pero, en tanto vivió, los acordes de la armonía de la Creación permanecieron en su alma, y diariamente los recordó desde las cuerdas de su arpa.
Tomado de «Leyenda de los cánticos de la noche», en el Talmud, citado en Antigüedades Bíblicas por F. A. Cox
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