HEME AQUÍ, ENVÍAME A MÍ



 “Jamás podré olvidarme de la sensación que tuve al despertarme del sueño una noche, temblando bajo el sentido solemne del poder abrumador de Dios sobre mi alma, el recuerdo del sueño que acababa de realizar. Me veía a mí mismo sentado en un auditorio enorme, con millones de personas también sentadas alrededor. Veía como todos los cristianos del mundo entero se encontraban allí presentes. Encima de la plataforma aparecía una multitud de rostros y formas humanas. Las personas no estaban hablando, sino que estaban mudas de angustia mientras todo el tiempo retorcían las manos. Sobre los rostros se reflejaba una expresión que jamás puedo olvidar. Yo no estaba pensando ni había predicado recientemente sobre el mundo pagano. Mí tema en las conferencias había sido lejos del mundo pecador, pues había girado alrededor "de la plenitud de Cristo para el creyente. Sin embargo, al despertarme con esa visión tan clara sobre mi mente, temblé bajo el poder del Espíritu Santo y arrodillándome en oración delante de Dios, todas las fibras de mi ser respondían — "Heme aquí — envíame a mí".

por A.B. Simpson

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