JAN HUS, QUEMADO POR OPONERSE A LA INMORALIDAD DE LA IGLESIA

 


Jan Hus

Quemado por oponerse a la inmoralidad de la iglesia

También conocido como Juan Hus o Juan de Husenitz

Hus nació de padres campesinos en el sur de la actual República Checa. Para escapar de la pobreza, Hus se preparó para el sacerdocio: "Pensé en convertirme en sacerdote rápidamente para asegurar un buen sustento y una buena vestimenta, y ser considerado por los hombres". Obtuvo una licenciatura, una maestría y finalmente un doctorado. Fue ordenado en 1401 y se convirtió en predicador de la Capilla de Belén de Praga, la iglesia más popular en una de las ciudades más grandes de Europa.

Hus pasó gran parte de su tiempo sirviendo en la academia como decano de la facultad de filosofía en Praga. Al vivir en una época de agitación social entre los hablantes alemanes y los ciudadanos checos, Hus se convirtió posteriormente en una figura clave para el nacionalismo checo.

 

Sus puntos de vista acerca de la máxima autoridad de las Escrituras se encendieron cuando comenzó a leer las obras de John Wycliffe (1330-1384). Hus vivió en una época en que la inmoralidad infectó el sacerdocio de la Iglesia católica. Pronto comenzó a predicar "sermones violentos" contra la corrupción del clero hasta que lo denunciaron al arzobispo y le prohibieron predicar.

Mientras Hus leía las Escrituras y observaba a los papas de su época abusar de su poder, concluyó que la autoridad papal no era la máxima. Necesitaba una base más sólida que la que se construyó a partir de la opinión de los hombres, sin importar qué tan considerados o eruditos fueran. Él construyó su vida y ministerio sobre la palabra de Dios. Además, argumentó firmemente contra las indulgencias. Estuvo a favor de que tanto el pan como el vino se sirvieran en la comunión, y predicó en el idioma de las personas, en oposición a la idea de predicar en latín con el que se predicaba entonces.



La vida de Jan Hus transcurrió entre 1369 y 1415, es decir que murió unos cien años antes de la Reforma de Lutero.

Jan Hus fue un doctor en Teología y dotado expositor de la Biblia. Residía en Praga, Checoslovaquia. Fue confesor de la Reina de Bohemia. La sinceridad de su fe junto con sus habilidades sorprendentes, su elocuencia y su manera de ser le hicieron acreedor al respeto y admiración de mucha gente de su época y de su entorno.

Jerónimo de Praga había reconocido con claridad que la Iglesia católico romana se había apartado de la doctrina de Cristo y que por tanto, cualquiera que buscaba sinceramente la salvación tenía que retornar a las enseñanzas de los Evangelios. Entre muchos de los que recibieron la enseñanza de Jerónimo de Praga estaba Jan Hus.

Jan Hus escribía y predicaba en idioma checo. A través del Arzobispo de Praga, el Papa hizo que Jan Hus sea excomulgado y que públicamente sean incinerados los escritos de John Wycliff.

Pero el Rey de Bohemia, la nobleza, la universidad de Praga y la mayoría del pueblo apoyaron a Hus y a sus enseñanzas.

En aquel tiempo, la jerarquía católico-romana convocó un Concilio que tendría lugar en Constanza a orillas del hermoso lago del mismo nombre. Este concilio duró tres años y medio y atrajo una impresionante concurrencia de dignatarios eclesiásticos, príncipes y gobernantes de varios estados, además de enorme cantidad de gente de diversa índole.

Durante este tiempo, la ciudad de Constanza fue escenario del más elaborado entretenimiento y de maldad sin nombre. La iglesia católico-romana tenía por entonces nada más y nada menos que tres Papas, rivales entre ellos, luchando cada uno por el poder y la hegemonía.

Uno de los objetivos de este concilio fue justamente terminar esta confusión y la división que se había originado en la iglesia a causa de ella. El concilio decidió destronar a los tres Papas y nombrar uno nuevo. El Papa Martin V.

Pero otro objetivo del Concilio fue combatir las enseñanzas asociadas con nombres como Wycliff, Jerónimo de Praga y Jan Hus. Fue así como Hus fue invitado a presentarse ante el concilio. El emperador Segismundo le dio un salvoconducto asegurándole protección para que pudiera asistir al concilio.

Confiado en la palabra del emperador, Hus fue a Constanza en el momento de apertura del concilio general, esperando aprovechar la oportunidad para exponer las doctrinas de las Sagradas Escrituras a tan selecta concurrencia.

Pero a pesar de la promesa del emperador, Hus fue apresado y arrojado en una mazmorra en una isla del lago. Para justificar esta innoble acción, el concilio promulgó un solemne decreto en el año 1415 señalando que esa decisión fue tomada bajo la dirección del Espíritu Santo con la finalidad que la iglesia no se vea manchada por la presencia de un hereje en su seno.

Para la iglesia católico-romana, Jan Hus era un hereje de la peor calaña. Usó el engaño para poder aprehenderle. En su prisión, Hus fue objeto del maltrato de todo tipo, con la finalidad de quebrar su voluntad férrea para que se retracte de sus enseñanzas, principalmente de aquellas que tenían que ver que la salvación es por gracia, por medio de la fe, aparte de las obras de la ley y aquella que Dios no tolera la impiedad de ningún hombre, por más títulos o posición exaltada que ostente, en clara alusión a la corrupción que como cáncer se había infiltrado sobre el papado y el clero en general.

Con humildad, coraje y no poco ingenio, Hus sostenía que estaba totalmente dispuesto a retractarse de cualquier cosa que hubiera enseñado, siempre y cuando se le demuestre con la Biblia que él estaba equivocado. Nadie podía demostrar con la Biblia que Hus estaba equivocado y por eso Hus no se retractó de nada que había enseñado.

También rehusaba retractarse de todas las acusaciones infundadas que se habían lanzado contra él. Por este motivo, el concilio de Constanza sentenció a Juan Hus a ser quemado en la hoguera.

Fue así como el 6 de Julio de 1415, Hus fue devorado por las llamas tanto de la leña como del odio de sus adversarios, mientras ellos se daban la gran vida en el famoso concilio de Constanza. Dos semanas antes de ser atado a la estaca para ser quemado, Hus escribió lo siguiente: “Soy grandemente consolado por las palabras de Cristo cuando dijo: Bienaventurados sois cuando por mi causa os persiguen…Un buen saludo, no… el mejor de los saludos, pero muy difícil. No presumo entenderlo totalmente, pero lo quiero vivir en la práctica, porque me garantiza gozo en medio de esta tribulación. Es muy fácil leerlo en voz alta y predicarlo a las multitudes, pero es difícil vivirlo en la práctica. Aún el Soldado más valiente, aun sabiendo que iba a resucitar al tercer día, después de haber cenado se afligió en espíritu ante la inminencia de la muerte… Sobre esta base, los soldados de Cristo, mirando a su líder, el Rey de Gloria, han sostenido una gran lucha. Han pasado por el fuego y el agua, pero no ha sido en vano porque han recibido la corona de vida, la gloriosa corona que, el Señor, lo creo firmemente, me dará también a mí, y a Ustedes también, fieles defensores de la verdad y a todos los que sin desmayar aman al Señor Jesús. Oh, santísimo Señor, arrástrame hacia ti, débil como soy, acércame a ti. Porque si tú no nos arrastras hacia ti no podemos seguirte. Fortalece mi espíritu, para que esté siempre dispuesto. Si la carne es débil, haz que tu gracia me sostenga. Ven a ayudarme porque sin ti no podré enfrentar la muerte cruel que me espera. Dame un corazón valeroso, una fe verdadera, una firme esperanza y un perfecto amor, de modo que por tu causa yo pueda entregar mi vida con paciencia y gozo. Amén. Escrito por uno que está en cadenas y en prisión en la noche de San Juan el Bautista”.

Para los adversarios de Jan Hus, debió haber sido una victoria verlo retorcerse en medio de la llama de la hoguera, pero para Jan Hus no fue derrota, porque inmediatamente vio cara a cara a su amado Salvador a quien amaba sin haberle visto.

Jan Hus murió pero sus ideas, sus enseñanzas persisten hasta hoy. El sacrificio de Jan Hus encendió una hoguera que la decadente iglesia de la época jamás ha podido apagar. Esta hoguera brilló con luz propia unos cien años más tarde cuando nació la Reforma con Martin Lutero a la cabeza.

De la vida de Jan Hus aprendemos que la verdad de la Biblia siempre tendrá sus opositores. El día que Usted comience a proclamar la verdad bíblica para confrontar los males de la sociedad, ese mismo día se rodeará de multitud de adversarios.

Pero lejos de claudicar, debemos seguir el ejemplo de Jan Hus, quien dijo: Si me demuestran con la Biblia que estoy equivocado, estoy dispuesto a retractarme. Poner en alto la verdad de la Biblia siempre tendrá su precio. A veces el precio es muy elevado, como el que tuvo que pagar Jan Hus. ¿Está Usted dispuesto a pagarlo? El premio para Usted será lo que Jan Hus también esperaba: La corona de gloria.

 


Sus palabras

·         Busca la verdad

·         Escucha la verdad

·         Enseña la verdad

·         Ama la verdad

·         Vive por la verdad

·         Y defiende la verdad

·         Hasta la muerte.

“LA SANGRE DE LOS MÁRTIRES ES SEMILLA DE LA IGLESIA” TERTULIANO

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