MISIONERO EN EL TIBET

¡El caballo tibetano se encabritó, dio sacudidas y tiró al jinete! El pie del desafortunado jinete quedó aprisionado en el estribo, y fue arrastrado sobre las piedras y pisoteado por el animal hasta casi quedar muerto. Sólo el repentino rompimiento del estribo le salvó la vida, aunque quedó con la espalda desgarrada con múltiples magulladuras y varias costillas rotas. Esa fue la experiencia de James Huston Edgar en uno de sus muchos viajes fuera de la base de la misión en Kangding (luego llamada Tatsienlu) en la Provincia de Sichuan en China. Edgar nació en Australia en 1872 y creció en una granja de pioneros en Nueva Zelandia. Cuando era joven, escuchó a dos mujeres que habían estado en los linderos del Tíbet, hablar sobre la necesidad que tenía esa región de escuchar el evangelio. Edgar inmediatamente decidió que llevar el evangelio a esa región del mundo, sería el trabajo de su vida. Fue aceptado por la Misión al Interior de China y enviado a ese país. Llegó en el tiempo de la Rebelión de los Bóxers, la cual experimentó. Alrededor de 1902, fue enviado a Kangding, en donde vivió hasta su muerte en 1936, lugar donde fue enterrado. Él fue uno de los primeros en encontrar y alcanzar a la gente en las prefecturas de Ganzi y Aba. Aunque esta gente era budista tibetana, no hablaban la lengua tibetana, Edgar viajo ampliamente en las zonas de la etnias jiarong, y fue el primero en estudiar la lengua de ellos, la más grande del grupo quiangic.

Edgar contrató a un hombre viejo de aspecto silvestre, para que le ayudara a aprender la lengua gyalrong; y se pusieron a trabajar. Juntos tradujeron el léxico tibetano-inglés a la lengua gyalrong. Compusieron un tratado sobre el amor de Dios, y luego un catecismo cristiano en tibetano. Edgar agregó a este, un capítulo sobre el diablo, sobre el cuál señaló su asistente muy excitado diciendo, que él sabía mucho sobre el diablo, pues él era un adorador de este ser maligno. Cuando tradujeron el Padre Nuestro, este hombre se interesó mucho en el concepto cristiano del Creador como el Padre de toda la humanidad. También se impresionó grandemente ante la idea de un Dios todopoderoso puro y santo, mientras hacían la oración diciendo que la voluntad de Dios fuera hecha tanto en la tierra como en el cielo. Pero cuando hacían la petición de “perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, el hombre comenzó a temblar. Dejando la pluma y el material de escritura, dijo: “esto es sagrado, soy un hombre pecador; no me atrevo a traducir esto”. Tenía miedo, pues había sido un ladrón y había matado a muchos de sus enemigos. Así es el poder de la Palabra escrita de Dios para condenar los corazones. Cada año Edgar distribuyó cerca de 30,000 copias de la Biblia, muchas de las cuales fueron llevadas hasta el Tíbet. Mucho de este trabajo de traducción se perdió cuando los comunistas tomaron el poder en China en octubre de 1950. Por lo tanto, oremos por nuevos esfuerzos de traducciones a las lenguas madres de cada grupo étnico del Altiplano del Tíbet.

Oremos para que muchos creyentes respondan al llamado de llevar el evangelio a esos preciosos grupos étnicos, que necesitan escuchar la historia de la redención de Dios en su propia lengua.

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