Ni plaga tocará tu morada


Charles Spurgeon dio testimonio notable de un cumplimiento específico de esta promesa: 

         “En el año 1854, cuando apenas llevaba doce meses en Londres, el barrio en el que trabajaba fue visitado por el cólera asiático, y mi congregación sufrió sus incursiones.

        Familia tras familia me llamaron a la cabecera de los heridos, y casi todos los días me llamaban para visitar la tumba. Me entregué con ardor juvenil a la visita de los enfermos y fui llamado desde todos los rincones del distrito por personas de todos los rangos y religiones. Estaba cansado de cuerpo y enfermo de corazón. 

        Mis amigos parecían caer uno a uno, y yo sentía o me imaginaba que me enfermaba como los que me rodeaban. 

        Un poco más de trabajo y llanto me habrían hundido entre los demás; sentía que mi carga era más pesada de lo que podía soportar y estaba listo para hundirme. 

        Según los planes de Dios, regresaba a casa con tristeza después de un funeral, cuando mi curiosidad me llevó a leer un periódico que estaba colocado en la ventana de un zapatero en Dover Road. No se veía como un anuncio comercial, ni lo era, porque llevaba con una buena caligrafía estas palabras: ‘Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada’. 

        El efecto en mi corazón fue inmediato. Mi fe se apropió del pasaje como propio. Me sentí seguro, renovado, ceñido con inmortalidad. 

        Continué con mi visita a los moribundos con un espíritu tranquilo y pacífico; No sentí miedo al mal y no sufrí ningún daño. Reconozco con gratitud la providencia que impulsó al comerciante a colocar esos versículos en su ventana, y en el recuerdo de su maravilloso poder, adoro al Señor mi Dios”. Charles Spurgeon 

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