CONSIDERA EL LLAMADO DEL TRONO

 


Jim Elliot (1927-56).

Elliot estaba convencido de que Dios lo guiaba a los indios huaorani, una tribu conocida por asesinar a cualquier intruso que tratara de acercarse a ellos. Nunca habían oído el evangelio y Elliot se encontró con que un grupo de otros hombres que creían que era su responsabilidad llevarles el evangelio, lo quisieron acompañar. Elliot era un predicador dotado y muchos en la iglesia trataron de disuadirlo de ir. Le decían que era demasiado arriesgado.

Elliot escribió en su diario: «Con seguridad, los que conocen el gran corazón apasionado de Jehová deben negar sus propios amores para expresar el de Él». Continuó diciendo:

 

Considera el llamado del Trono, «Ve», y del que te rodea: «Ven y ayúdanos», e incluso el llamado de las almas condenadas: «Envía a Lázaro a mis hermanos, para que no vengan a este lugar». Impulsado, entonces, por estas voces, no me atrevo a quedarme en casa mientras los quechuas perecen. ¿Y si la iglesia bien alimentada en la madre patria necesita que la sacudan? Tienen las Escrituras, tienen a Moisés, a los profetas y mucho más. Su condenación está escrita en sus chequeras y en el polvo que duerme sobre las cubiertas de sus Biblias. Los creyentes estadounidenses le han vendido el alma a Mamón, y Dios sabe cómo tratar con los que sucumben al espíritu de Laodicea20.

 

El 8 de enero de 1956, Elliot y sus cuatro compañeros se encontraron con miembros de los huaorani en una cabeza de playa que habían establecido. Los recibieron con lanzas y todos los hombres murieron ese día a manos de los hombres de la tribu. ¿Elliot debería haber escuchado a los que le decían que no corriera semejante riesgo? Júzgalo tú. En los días siguientes, la esposa de Elliot, Elisabeth, sería una de las que llevaría a Cristo a los mismos hombres que asesinaron a su esposo, y desde ese día, la paz de Cristo ha venido a reinar en esa tribu.

 

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